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Nueva Orleans: recorriendo el Barrio Francés

Por Roberto Quintero
Fotos: Luis Eduardo Guillén

Nueva Orleans es uno de esos destinos turísticos que uno definitivamente tiene que ir a conocer. Más allá de ser la joya europea de Estados Unidos y una de las ciudades más famosas del mundo, por su importancia en la historia del jazz y el blues, es un sitio muy especial. En este puerto frente al río Mississippi, en el estado de Luisiana, confluyeron personas de diversas partes del planeta; combinación de distintas culturas y tradiciones que forjó la identidad mágica de esta ciudad luminosa.

Dicha multiculturalidad está relacionada con sus orígenes. Fue fundada por los franceses en 1718, luego cedida a España (entre 1763 y 1801) para compensar los servicios que esta nación le prestaba a Francia frente al enemigo común: Inglaterra. Y en 1803, Napoleón Bonaparte decidió unilateralmente venderla a Estados Unidos. A esto hay que agregarle el legado de los pueblos originarios indoamericanos y la gran influencia que ejercieron los negros que llegaron como esclavos en la época de la colonia, para darle el toque final a este coctel de culturas.

Para absorber toda esta riqueza cultural e histórica basta dar una vuelta por el Barrio Francés, alma de Nueva Orleans. Considerado un museo a cielo abierto, es quizás el atractivo turístico más importante, pues muchísimos visitantes solo llegan para deambular por sus calles y transportarse a sus orígenes; también para descubrir y disfrutar su arquitectura que, curiosamente y pese al nombre de este casco antiguo, está más relacionada con España que con Francia. Por ejemplo, un detalle muy pintoresco es que las calles tienen los nombres en francés e inglés, pero en la pared de la esquina hay una inscripción de porcelana que indica cómo se llamaba durante el dominio español.

Entre las mil maneras de recorrer el barrio, decidimos iniciar la jornada con un clásico: fuimos a probar los famosos beignets del Cafe du Monde (Decatur St. al 800). Son buñuelos cubiertos de azúcar que se sirven con café tostado con achicoria, chocolate caliente o jugo de naranja. Aunque parezca mentira, esto es lo único que ofrece el menú de esta emblemática cafetería, que abrió sus puertas en 1862. Todo el mundo recomienda degustar aquí este manjar local y, por supuesto, que no te puedes ir de la ciudad sin probarlo. Por supuesto, dada su fama, el lugar siempre está lleno. Aproveche para ir a desayunar o merendar.

Justo al lado se encuentra el Centro de Visitantes del Barrio Francés, que cuenta la historia y tradiciones locales por medio de exhibiciones, además de ofrecer información turística. En la parte superior hay un mirador con vista tanto al imponente río Mississippi como a la Jackson Square, donde se encuentran el Cabildo y la Catedral de San Luis. Luego de aprovechar para tomar algunas de las postales típicas del barrio, cruzamos la calle Decatur para conocer de cerca estos dos edificios históricos y respirar un poco el aire bohemio de la plaza.

Estaba llena de gente, como era de esperarse. Este es uno de los sitios fundamentales de Nueva Orleans, donde se reúnen los artistas callejeros para ofrecer su talento y los artesanos a vender sus productos, generando un ambiente de lo más alegre y festivo. Con algo de suerte, podrá disfrutar de una buena banda de jazz, como nos tocó a nosotros; pero si no, seguro que algún mimo, malabarista o cantautor estará instalado al pie del Cabildo para hacerle pasar un buen momento. Ya estando ahí, entramos a la antigua sede del gobierno español, ocupada hoy por el Museo del Estado de Luisiana, que posee valiosas piezas artísticas e históricas. Y al lado está la Catedral de San Luis, cuya primera estructura fue fundada al mismo tiempo que la ciudad, de suma importancia en Estados Unidos, pues es la iglesia católica romana más antigua de las que siguen activas en el país. Y es de las pocas que se sitúa frente a una plaza pública, siguiendo la tradición española.

Retomamos la calle Decatur y subimos un par de cuadras hasta dar con el French Market. Su actual sede data de 1791, pero sus inicios se remontan a la antigua tradición de las tribus nativas que se reunían a orillas del río Mississippi para realizar el trueque de mercancías. Es el mercado público más antiguo de Estados Unidos y ha jugado un rol histórico fundamental en el desarrollo económico de la ciudad. Y lo mejor: es un sitio de lo más simpático, muy limpio, ordenado y decorado con fotos antiguas que demuestran cómo ha cambiado el mercado a la largo de los años. Tiene de todo un poco: frutas y vegetales frescos, especias, cafeterías y puestos de comida típica, artesanías, libros, recuerdos y chucherías varias. Además, no faltan los músicos tocando jazz y artistas callejeros poniéndole color al día, así como una nutrida cartelera de eventos y festivales de todo tipo, que se pueden consultar en su página web. Es sin duda un sitio vital para la cotidianidad de Nueva Orleans.

Aunque el mercado ofrece opciones para probar la comida típica, en el Barrio Francés sobran restaurantes. Pero antes de dar recomendaciones, definamos que la gastronomía local se divide en comida cajún y comida créole (criolla). La cajún corresponde a la cocina tradicional de los descendientes de los desplazados francocanadienses que se instalaron allí, tras ser expulsados a raíz de la incorporación de los territorios franceses en Canadá a la Corona británica. Mientras que la créole es una mezcla de estilos culinarios de influencia francesa, española y africana, desarrollada por los hijos de los colonos y esclavos que nacieron en Luisiana. Salvo algunas diferencias en el modo de preparación, las especias e ingredientes, no hay una barrera real, ya que ambas son locales, están totalmente integradas y los menús de los restaurantes son muy eclécticos. No podría ser de otra forma en una ciudad tan multicultural como Nueva Orleans, pero es interesante conocer su historia.

Algunos platillos tradicionales son frijoles rojos con arroz, gumbo (guiso de mariscos con arroz), jambalaya (suerte de paella cajún que tiene pollo, jamón crudo y langostinos, entre otras cosas), pralines (golosina francesa elaborada con almendra tostada recubierta de azúcar caramelizada), beignets (ya recomendamos los de Cafe du Monde, pero se encuentran en todas partes), po’ boys (sándwich en pan baguette, generalmente de mariscos o pescado rebozado), sopa de tortuga y mariscos preparados de diversas formas.

¿Dónde probarlos? Desire Oyster Bar (Hotel Royal Sonesta, Bourbon St. al 300), lugar icónico donde nos enseñaron la manera típica de comer ostras crudas; Court of Two Sisters (Royal St. al 613), restaurante histórico, famoso por su pintoresco patio, elegantes salones y el Jazz Brunch que ofrecen diariamente, y Muriel’s (Chartres St. al 801, prácticamente en el corazón de Jackson Square), uno de los que más disfruté, gracias a la leyenda según la cual el fantasma del antiguo dueño de la casa aún habita el sitio. Pero lo dicho: en el casco antiguo de Nueva Orleans abundan opciones para comer, de todo tipo y presupuesto.

Al margen de su riqueza histórica, cultural y gastronómica, mucha gente visita la ciudad en busca de diversión. Y está perfecto, porque pasarla bien está inscrito en el ADN de los locales. No en vano son famosos a escala mundial por una fiesta: el Mardi Gras, que es la gran celebración del martes de carnaval. Se celebra en toda la ciudad, pero justo en el Barrio Francés está la famosa calle donde los ciudadanos del mundo anhelan ir a pasar la fiesta: Bourbon Street. Tanto es así que incluso fuera de temporada es posible vivir de alguna forma esta alocada y liberadora experiencia. La vía está llena de bares, clubes y discotecas con música en vivo para escoger: salsa, rock, jazz, blues, funk o reggae. Pero la fiesta está en la calle, donde ríos de personas deambulan con sus tragos de un lado para el otro, ya que, a diferencia de otras ciudades estadounidenses, aquí se puede beber alcohol en la vía pública. Y el jolgorio no tiene fin.

La parranda en Bourbon Street es muy buena y, sin duda, es el lugar por excelencia para experimentar la vida nocturna, pero no es el único. Si usted prefiere opciones menos turísticas o disfruta mezclándose con la gente del lugar, le recomiendo dar una vuelta por Frenchmen Street. No está dentro del Barrio Francés, pero está ahí no más. Es una calle realmente vibrante, llena de clubes, restaurantes, tiendas e incluso hay una feria de artesanos. La dinámica es parecida, pero tiene otro sabor. Una buena sugerencia puede ser llegar temprano para cenar y probar la oferta culinaria, acompañada con música en vivo. Y pasadas las once de la noche, tomarse la calle e ir de bar en bar buscando la orquesta de su predilección o, por qué no, disfrutar un poquito de cada una. La mayoría de los locales no cobran la entrada, así que es muy sencillo ir y venir escuchando el género que usted quiera. Hay de todo, como en botica.

Nueva Orleans ofrece muchísimos otros atractivos turísticos fuera de la ciudad vieja, incluso más allá de los linderos de la urbe, pero de eso hablaremos en otro reportaje, pues ahora que Copa Airlines inaugurará un vuelo a este paraíso multicultural, sobran motivos para hacerlo.

 


Otros imprescindibles de Nueva Orleans 

Estando en la ciudad, otros tours que usted no se puede perder son:

Visita al Garden District, para conocer el famoso cementerio Lafayette, las mansiones del barrio y sus historias.

Recorrido por los pantanos de Luisiana, al sur de Nueva Orleans, para echar un vistazo a la riqueza natural de uno de los pantanos más grandes de Estados Unidos.

Tour a la plantación Oak Alley, un viaje al pasado para conocer cómo era la vida en el sur de Estados Unidos antes de la Guerra Civil.

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