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PersonajesMaribel Verdú: Latinoamérica es mi otra industria

Maribel Verdú: Latinoamérica es mi otra industria

Por Roberto Quintero
Fotos: Carlos Gómez

Maribel Verdú es una mujer fascinante. Y no me refiero a su deslumbrante carrera cinematográfica; tampoco al hecho de que es, junto a Victoria Abril, la actriz con más nominaciones a los premios Goya (máximo galardón del cine español), habiéndolo ganado ya dos veces (en 2008 y 2013). Me refiero a ella, la mujer hermosa y radiante a la que dan ganas de pellizcar mientras te habla para comprobar si es real; aunque bien sé que lo usual es que se pellizque uno para despertar, pero a mí el sadismo no me va. Prefiero dejar que el grabador haga lo suyo, mientras procuro no averiguar si estoy soñando despierto y mantenerme más o menos alerta (y sin babear), para no perder el hilo de la charla ni estropear la entrevista con una de las actrices más importantes de ese vasto universo en que se ha convertido el cine iberoamericano. También es una de mis favoritas, hago constar para aquel lector distraído que hoy viaja con nosotros.

Luego de haberla visto una infinidad de veces en la pantalla, protagonizando películas memorables dirigidas por grandes cineastas como Belle époque (Fernando Trueba), Huevos de Oro (Bigas Luna), La buena estrella (Ricardo Franco), Y tu mamá también (Alfonso Cuarón), Lisístrata (Francesc Bellmunt), El laberinto del fauno (Guillermo del Toro), La zona (Rodrigo Plá) Siete mesas de billar francés (Gracia Querejeta), Tetro (Francis Ford Coppola) y Blancanieves (Pablo Berger), se cree ilusamente que uno la conoce de toda la vida. Afortunadamente, al verla y conversar con ella en persona descubres que se trata de una persona mucho más interesante de lo que te habías imaginado. Fascinante, insisto.

Mientras atiende a la prensa acreditada que se muere por hablar con ella, Maribel Verdú atraviesa todos los estados anímicos posibles: se alegra, se emociona, sonríe, se cabrea, pide una Coca-Cola con limón y hielo, se queja de calor, prende un cigarrillo educada y refinadamente, de nuevo se emociona, ríe con ganas y de golpe se cuelga en un silencio tan dramático y casi perfecto, capaz de mantener en vilo a todos los presentes. No se escucha ni una cámara disparar, hasta los flashes le rinden pleitesía esperando el desenlace de esa pausa. Es como una montaña rusa de emociones que explora hasta los más recónditos rincones del alma humana, sin perder una gota de brillo y encanto. Y eso frente a mí, que soy un pobre periodista asalariado e iluso que soñaba con tomarse una foto con ella al terminar la entrevista. ¡No quiero ni saber lo que debe ser verla actuar en vivo en un escenario! Por si las moscas, me he comprado un pasaje a Madrid a ver si la pesco actuando en alguna obra. Y de paso le pido que me devuelva el corazón, que me lo ha robado.

Acabamos de verte en Blancanieves interpretando a la madrastra; tu primer papel de villana. ¿Cómo fue la experiencia para ti?

Y he estado a la altura, ¿o no? Fui feliz porque siempre me tocan los roles de heroína o de mujeres buenas que la pasan fatal en la vida. Y de repente eso de hacer de mala malísima y sin pedir perdón me ha parecido grandioso. Este regalo que me ha hecho Pablo Berger es de los más grandes que me han hecho jamás.

Pablo habló maravillas del trabajo contigo. ¿Cómo te sentiste con él?

Yo a Pablo le amo, de verdad. Es de esos directores que quieres que por favor te tengan en cuenta siempre, porque entrar en su mundo es una maravilla. Es que es un freaky extraordinario, distinto, diferente, y entrar en mentes distintas es muy agradable. Es un cabezota que no te puedes imaginar, estuvo nueve años para conseguir levantar este proyecto de Blancanieves. Lo hemos pasado muy bien juntos y espero que vuelva a contar conmigo para lo que quiera.

Con tu rol en Blancanieves ganaste tu segundo premio Goya. En el discurso de aceptación, dedicaste el premio a toda la gente en España que “ha perdido sus casas, sus ilusiones, sus esperanzas, su futuro, incluso sus vidas, por culpa de un sistema quebrado, injusto, obsoleto, que permite robar a los pobres para dárselo a los ricos”, refiriéndote a la crisis económica española y aludiendo a una cita de la última película del director Costa Gavras. Los medios tildaron tu emotiva dedicatoria como “polémica”. ¿Qué repercusión tuvieron en España tus palabras?

De los Goya, lo mejor que pasó es que la gente que de verdad me importa y me interesa me ha demostrado tantísimo, que es con eso con lo que me quedo. En ningún momento yo me metí con ningún partido político; yo me metí con un sistema que lleva años y años. Y da igual quien lo hubiera estado gobernando, el sistema es el mismo. Quise terminar con esas palabras de El capital, de Costa Gravas, que a mí me encantó. Por supuesto, obviaron lo de Costa Gavras en todas partes, porque no interesaba decirlo; pero lo volvería a hacer. Soy una mujer afortunada, me va bien en la vida y tengo la suerte de haber nacido del lado de los que tenemos trabajo y nos va bien; pero eso no significa que no sienta empatía, pena y un horror ante lo que veo a mi alrededor. Creo que no tiene nada que ver una cosa con otra.

¿Recibiste críticas por tus palabras?

Pero mira tú qué palabras: dedicar el premio a todas las personas que lo están pasando mal en España. El año que viene en España va a haber un 30% de paro. Fíjate tú en lo que se han convertido esas palabras. ¿Que no se esperaba? Bueno, yo soy una persona que me involucro en las cosas, me importa mucho la sociedad. Lo que pasa es que a lo mejor no lo he dado mucho a conocer; no voy de abanderada. Pero creo que era un momento importante para hacerlo. Se nos estaba metiendo mucha presión a la gente del cine para que hablásemos del 21% del IVA [recientemente en España aumentaron los impuestos a los productos culturales del 8% al 21%]. A mí me parece que la cultura en un país no es que sea fundamental; es básico, pero más básico es tener casa. Entonces me daba mucho miedo que de repente empezaran con eso y yo quise tener preparada otra opción distinta a mirarnos el ombligo. Quise hablar del futuro de todos, de nosotros en el cine y de toda España.

¿Una actriz de tu talla siente la presión de que la llamen de Hollywood o eso ya no te importa?

Voy a cumplir treinta años de dedicarme a esto y 43 de edad. Decir ahora: “Voy a ver qué pasa con mi vida en Hollywood”, como que no. Pero sí soy una actriz del mundo, yo estoy abierta a todo. Realmente dejé perder muchas oportunidades luego de Y tu mamá también y El laberinto del fauno. Me ofrecían muchísimas cosas de afuera, pero eran proyectos que a mí no me gustaban, me apetecía hacer otro tipo de cine. ¿Cuándo dije que sí? Cuando me llamó Francis Ford Coppola [para la película Tetro]. Si hay un proyecto interesante y un director interesante, me iré a Hollywood, a Shanghai o me vendré a Panamá a rodar; da igual donde sea. Lo que sí es cierto es que no quisiera alejarme de mi casa. Me voy a rodar cuatro meses y vuelvo, pero no me instalaría afuera. Me da cosita.

¿Cuándo vuelves a actuar en Latinoamérica?

Cuando me llamen para un proyecto interesante. Yo trabajo en España, en México, en Argentina… donde sea. Latinoamérica es mi otra industria. Y a mí me encanta. Cuando tenga un proyecto interesante, yo voy detrás de proyectos interesantes.

¿Qué hace falta para que aceptes? ¿Un papel bueno, un director bueno? Si te llama un novel director panameño, por ejemplo, y te dice: “Tengo un papel para ti”…

Si leo el guión y me mola, voy de cabeza. Uno se arriesga mucho cuando es un director novel, no has visto su trabajo y no sabes qué va a pasar. Pero Alejandro Amenábar hizo un diez en su primera película. Pablo Berger hizo un diez en su primera película. El guión es fundamental; y el personaje, por supuesto. Tengo que sentir que puedo hacerlo. Los diálogos también son muy importantes para mí, necesito sentir que esos diálogos van a salir de una manera natural de mi boca. Y que la historia me guste. Pero qué difícil es encontrar guiones buenos de verdad.

¿Prefieres un director que deja libertad para crear o uno que te dirige y te marca lo que tienes que hacer?

Me gusta que me dirijan, me gusta que me marquen. Pero cuidado, dentro de un espacio. Imagínate un ring en el que te puedes mover libremente, más no. Ahí que me dirijan y me dejen un poquito para que yo pueda aportar cosas. Pero eso de que te dejen libre, no. A un actor no se le puede dejar libre, se nos va la cabeza. A mí me gusta sentirme dirigida, pero fundamentalmente y por encima de todo, lo que me gusta es que un director me trate bien. Un director debe crear buen ambiente. Hay muchos que deciden que hay que sufrir mucho y lo tienes que pasar muy mal para que todo sea de verdad.

Como Lars von Trier…

Bueno… [silencio] No, ¡y tantos otros! Alguno me ha tocado y te juro que para mí no compensa. Ni la mejor película del mundo compensa el sufrimiento y el maltrato. Ya la vida es jodida para que encima te la jodan más. En un rodaje necesito que haya buen ambiente y mucha distracción. Porque al momento de trabajar ahí sí tienes que hacer de la mala, tienes que llorar, tienes que sufrir. Y lo haces, que para esos somos actores. Nuestro trabajo es engañar lo mejor posible y el director tiene que ayudarnos. ¿Tú sabes lo que es rodar con un señor como Guillermo del Toro? ¿Rodar con un señor como Alfonso Cuarón? Gente con un talento bestial que consigue que en sus películas se te abran las carnes. Y eres feliz con ellos, te ríes, te quieren y te tratan bien. Y luego a la hora de sufrir, pues vas y a la voz de “acción” sufres.

 ¿Y cómo fue rodar con Coppola?

Estupendo, él fue cariñosísimo. Pero a ver, ¡es Coppola! Es como tener la historia del cine ahí. Eso sí, ver sus pelis es increíble; rodarlas es mucho más complicado porque rueda de una manera muy difícil. Nunca sabes cuándo se ha acabado una secuencia, él lo tiene todo en la cabeza. No sabes cuántos planos vas a tener. Francis rueda cada plano desde cada ángulo posible con todos los objetivos que hay en la maleta de cámara. Con lo cual, ¡no se acaba nunca una secuencia con él! Debes tener un nivel para estar así todo el rato. Claro que es maravilloso, fue un reto increíble. Rueda de una forma que desde luego no he visto a nadie rodar de esa manera; es distinto. No es esa cosa del story board que tiene Guillermo del Toro, que llega y sabe exactamente lo que va a hacer.

Y ese nivel de obsesión que es muy propio de la psiquis del director, ¿cómo lo manejas? ¿Te gusta? ¿Te resulta interesante trabajar con un tipo tan obsesionado con sus ideas? ¿O es raro ser parte de la creación de un obsesivo?

A mí me encanta ser parte de la creación de quien sea, siempre que me traten bien. Hay gente obsesiva, paranoica, más serena, más simple o más llana; da igual. Todo vale. Con lo que no estoy de acuerdo es con eso de que el fin justifica los medios; yo eso no lo aguanto. Quiero que el fin sea estupendo, pero que el camino y el recorrido también. No me vale haber sufrido muchísimo para luego hacer una obra maestra. Porque sé que se puede disfrutar y también hacer una obra maestra. Y luego se puede sufrir y hacer una mierda también.

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