Luminosa Boston
Por Juan Abelardo Carles
Fotos: Carlos E. Gómez
La avenida Huntington corre, muy recta, amplia y larga, desde el centro financiero de Boston hacia el suroeste de la ciudad. Como a siete cuadras de Plaza Copley, donde nace, la vía se acerca a un enorme espacio verde: los pantanos (fens) de Back Bay. Lo de “pantano” obedece únicamente al hecho histórico de que, durante la colonia, la Bahía de Boston, al este de la ciudad, tenía una especie de melliza pantanosa al oeste, formada en la salida del río Charles. Sin embargo, a partir de 1877 los pantanos comenzaron a rellenarse para dar lugar al espléndido parque de hoy día.
Al sur del parque se levanta el Museo de Bellas Artes de Boston, un edificio de la mejor tradición neoclásica, que guarda tras sus muros más de medio millón de piezas de arte procedentes de los cuatro puntos cardinales del planeta. Aunque el actual complejo existe desde 1909, el Museo de Bellas Artes fue abierto originalmente en la Plaza Copley en 1870, casi al mismo tiempo que el Parque de Back Bay Fens. Resalto las fechas pues a partir del último cuarto del siglo XIX Boston comenzó un ambicioso programa de construcciones y urbanismo (luego del gran incendio de 1872), mientras comenzaba a cimentar su fama como centro cultural del país, gracias a instituciones como el Museo de Bellas Artes (MFA, por sus siglas en inglés), al que estoy punto de entrar.
Aunque cada uno tiene sus gustos particulares, resulta lógico iniciar por la sala de arte antiguo, a la derecha de la entrada principal. Debo confesar que para este servidor, quien en su niñez soñaba con ser egiptólogo, toparse de frente con la misma efigie del faraón Micerinos (Menkaura), el cual había contemplado en libros durante años, fue casi cardíaco. Ni hablar de la cabeza del rey Gudea, de Mesopotamia, o los fragmentos de mosaicos que alguna vez cubrieron la gran puerta de Ishtar, en Babilonia. Las exhibiciones se agrupan en seis categorías desplegadas en quince espacios, que van desde Arte Antiguo pasando por Arte de Asia, Oceanía y áfrica, hasta Contemporáneo; Arte de las Américas y Arte de Europa. Si es aficionado al arte, destine un día entero a visitar el MFA. Podrá almorzar y tomarse un café en alguno de los cuatro excelentes restaurantes disponibles, y al final del día saldrá energizado por semejante muestra del legado de belleza que la humanidad ha reunido a lo largo de cinco mil años de civilización.
Fundada en 1630 por puritanos británicos, la ciudad prosperó pronto gracias al comercio de sal, tabaco, ron y pescado curado. Su orgullosa burguesía comercial, cuya resistencia a la excesiva tasación de la Corona británica fue históricamente reconocida, se fortaleció aún más tras la independencia de las trece colonias, aspirando a medirse con la aristocracia de su antigua metrópoli. Ellos amasaron enormes fortunas y viajaron por el mundo, adquiriendo tesoros de incalculable valor histórico. Los brahmanes de Boston (como se les recuerda) exhibieron sus hallazgos de travesías más como muestras de erudición que de riqueza, en sus mansiones victorianas, donándolas luego a instituciones como el MFA.
Pero no todas las colecciones fueron absorbidas por dichos museos. Un ejemplo bellísimo es la colección de la Fundación Isabela Stewart Gardner, nombrada en honor de esta heterodoxa integrante de la alta sociedad bostoniana. Durante su vida la notable dama reunió todo tipo de piezas de arte, desde obras propiamente dichas hasta artículos utilitarios de Europa y Oriente. Pero, al contrario del MFA, por ejemplo, donde las piezas son organizadas con un estricto sentido museográfico, acá se dispusieron siguiendo el criterio estético de Isabella, puesto que el complejo estaba diseñado para acoger vida: desde fiestas hasta conciertos, pasando por tertulias literarias. El edificio fue construido utilizando columnas, vitrales, tabiques, enchapes de madera, molduras y toda suerte de elementos constructivos comprados por la ingeniosa mujer a lo largo de tres décadas de viajes. El complejo se divide en el atrio (courtyard), donde las estatuas egipcias y griegas juguetean entre los helechos y palmas de invernadero, mientras son observadas severamente por criaturas aladas medioevales, retenidas en las paredes sobre los ventanales renacentistas.
Las piezas escultóricas se multiplican en los claustros (cloisters) que rodean el atrio, preludiando la espléndida muestra de pinturas, esculturas y objetos suntuarios agrupados en los tres pisos del palacete. Prepárese para festinar sus ojos con trabajos del Veronés, Rafael y Tiziano, entre otros maestros italianos; de Rembrandt, Rubens y Holbein el Joven, en el Salón Holandés; y de artistas americanos contemporáneos de Isabella, en el Salón Amarillo. Un fondo dejado por la millonaria permitió establecer la Fundación que lleva su nombre y que hoy sigue adquiriendo piezas para la colección, al tiempo que auspicia eventos culturales.
La música también forma parte de la oferta cultural de la ciudad. En la misma zona, sobre la avenida Huntington, volvemos al centro y en la esquina con avenida Massachusetts está el Boston Symphony Hall. El recinto es uno de los cinco mejores auditorios del mundo en lo que a acústica se refiere. La Orquesta Sinfónica de Boston, fundada en 1881, tomó el Symphony Hall como sede, luego de su construcción, en 1901. De la Orquesta Sinfónica de Boston también depende el Festival Musical de Tanglewood (antes conocido como Berkshire, al oeste de Massachusetts), que se celebra cada agosto desde 1934. Tanto el Festival, como los programas académicos asociados a él han tenido una enorme influencia entre muchos de los compositores y músicos más renombrados de las Américas.
Aunque las añejas ciudades de la Nueva Inglaterra y la costa este de Estados Unidos se precian de ser las luminarias culturales de la unión americana, ninguna fulgura con tanta elegancia y buen gusto como Boston. Aunque, como dijimos al principio, la reputación de la urbe comenzó a forjarse a finales del siglo XIX, la levadura para semejante despertar hay que buscarla mucho antes, alrededor de 1635, cuando fue fundada la Escuela Latina, llamada así porque todas sus clases eran impartidas en la noble lengua de Séneca y Cicerón.
La Escuela Latina es la precursora de la actual Universidad de Harvard. Se pudiera creer que, por su interés docente, Harvard escapa del circuito de atracciones turísticas cercanas a Boston (de hecho, la universidad está en Cambridge, al otro lado del río Charles). Pues se equivoca: la Universidad tiene un servicio de guías turísticos (estudiantes) que lo llevan desde la estación del metro de Boston (conocido como “T”), justo al lado del Out of Town Kiosk (en el que se encuentran periódicos de todo el planeta), pasando por sitios tan emblemáticos como el Memorial Church, el edificio del Harvard College, uno de los más antiguos del complejo; el Harvard Yard y el Harvard Lampoon, donde se edita el célebre semanario satírico National Lampoon. Además de la Universidad de Harvard en la ciudad hay centenares de instituciones educativas; de hecho, cada institución que hemos reseñado en esta nota es solo una de las más notables de su tipo entre centenares que posee la ciudad. Así, luego de ver los que recomendamos, se encontrará con un sinfín de opciones que convertirán su experiencia cultural en Boston en algo simplemente interminable. Personalmente, no me gustan los superlativos, pero cuando mis anfitriones me dicen que la zona de Boston tiene la más alta densidad de centros culturales del mundo, nada me induce a dudar de ello.
Para más información sobre museos, galerías, centros culturales y académicos en la zona de Boston, por favor consulte en www.massvacation.com