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La locomotora juvenil

Texto y fotos: Carlos Eduardo Gómez

El 17 de diciembre de 1999, en la Asamblea General de Naciones Unidas, los países del mundo declararon el 12 de agosto como Día Internacional de la Juventud. El planeta comprende ahora que los jóvenes tienen el don de la apertura de pensamiento, son más sensibles a las nuevas tendencias y aportan energía, ideas nuevas y valentía para enfrentar los retos más complejos e importantes que afectan a la humanidad. Y, tal como afirma Ban Ki-moon, secretario general de Naciones Unidas: “Con frecuencia comprenden mejor que es posible trascender las diferencias religiosas y culturales para alcanzar las metas de bienestar que compartimos. Además, luchan por los derechos de los oprimidos, y de quienes sufren discriminación por motivos de género, raza u orientación sexual”.

Es por esto que, en un mundo que envejece y tiene bajas tasas de natalidad, la juventud se convierte en el activo económico y social más importante de Latinoamérica y el Caribe: una masa compuesta por más de 218 millones de adolescentes y jóvenes (según ONU-Celac 2015) que piden ser escuchados y reclaman espacios y oportunidades, pues aún están llenos de sueños y se sienten capaces de construir un mundo más armónico, tolerante y con sensibilidad ambiental.

La oportunidad

En entrevista con Panorama de las Américas, Esteban Caballero, director regional del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), explica que América Latina y el Caribe atraviesan una etapa de transición demográfica única, producto de la relación favorable entre la población mayor de quince y menor de sesenta años ‚Äïcon un gran potencial laboral‚Äï y las personas dependientes. De esta forma, no hay tanta carga de consumo y el producto del trabajo de los asalariados puede ser utilizado para ahorro e inversión. “Esto es lo que se llamamos ‘bono demográfico’: un concepto socio-demográfico asociado al tema de producción y consumo que, si se sabe aprovechar, se convierte en una ventana de oportunidad de crecimiento humano”.

Las estadísticas demuestran que Latinoamérica transita por este sendero: algunos países tienen más opciones por ser más jóvenes (Guatemala, Salvador, Nicaragua, Honduras, Bolivia, Paraguay, Panamá, Haití, República Dominicana y Guyana), otros son de medio alcance (Ecuador, Colombia, Perú, Brasil y México) y otros pocos están saliendo ya de esta etapa (Uruguay, Chile, Cuba, Jamaica, Bahamas y Trinidad y Tobago), cuya población comienza a ser más adulta y su tasa de crecimiento disminuye.

Caballero insiste en que este excepcional dividendo demográfico podrá ser aprovechado dependiendo de cómo asuman el desafío los líderes de los gobiernos y sus instituciones. La idea es emplear esta ingeniosa fuerza laboral de manera segura, confiable y decidida para poder trasformar la economía, la producción y el consumo, asegurando así el bienestar, la tranquilidad, la paz y el desarrollo humano de todos los habitantes; de lo contrario, la región perderá una oportunidad para dar un salto al desarrollo social.

¿Qué se debe hacer?

De acuerdo con Caballero, la región debe invertir en los jóvenes y brindarles oportunidades: “Este es el momento de realizar inversiones estratégicas para poder garantizar la existencia de una población empoderada, llena de potencial y preparada para impulsar el crecimiento en todos los sectores y generar un desarrollo innovador y duradero”. Y agregó que se debe enfatizar en los siguientes factores: “Educación, salud, empleo e innovación”.

El grupo de trabajo interdisciplinario sobre el dividendo demográfico 2015 confirma que la inversión en educación, tanto de las familias como del Estado, ha permitido que millones de personas salgan del ciclo de la pobreza. “La educación es el medio que facilita que toda una generación sea económicamente independiente y realice aportes positivos a la familia y al país”, concluyó en su informe de 2015.

Esta es la razón por la cual Naciones Unidas recomienda garantizar el derecho a la educación de forma accesible, gratuita y de calidad, y que sea pública, laica, democrática, intercultural, con enfoque de género y sin discriminación. “Una educación de calidad garantiza un mercado laboral eficiente y mayor oportunidad de empleos dignos que trasforman el mercado, el consumo, y la producción de una manera sostenible y sustentable”, dijo Caballero.

Respecto a las mujeres, experiencias del UNFPA demuestran que invertir en una adolescente por lo menos siete años de educación le brinda mayores probabilidades de contraer matrimonio cuatro años más tarde que sus pares que no lo lograron, y cada año adicional de escuela primaria supone un incremento del 10% al 20% de su futuro salario. Pero hay otros datos: cuando un 10% más de adolescentes mujeres asisten a la escuela, el Producto Interno Bruto del país aumenta en promedio un 3%; cuando las mujeres (incluso las niñas) ganan un salario, aportan el 90% de esta cantidad a sus familias, mientras que los hombres (y los niños) sólo invierten en su grupo del 30% al 40%.

Gracias a que se ha invertido más en cobertura y calidad, la juventud tiene una educación mejor que la de sus progenitores. Sin embargo, todavía hay un tercio de jóvenes de América Latina y el Caribe de los 15 a los 29 que no acuden a la escuela o reciben algún sistema de formación. La situación es más crítica en poblaciones indígenas, afrodescendientes y áreas rurales. De hecho, según un informe The Lancet, “hay que aumentar la inversión en una educación científica, donde los jóvenes sean protagonistas en su recorrido formativo en función de sus intereses y las necesidades económicas y sociales del país”.

Más salud, mejor vida

La adolescencia es un período esencial para el desarrollo del potencial del ser humano. Invertir en la salud y el bienestar de los adolescentes produce beneficios hoy, para las décadas venideras y para la siguiente generación. La comisión técnica de The Lancet sobre salud y bienestar adolescente afirma que “las inversiones en adolescentes deberían reflejar su porcentaje respecto al total de la población y, en esa medida, crear oportunidades de salud, bienestar y capital humano”.

Aunque los datos estadísticos demuestran que la región ha mejorado en la prestación de servicios de salud y vacunación infantil, Caballero recomienda ampliar el concepto de salud en los jóvenes, para incluir salud sexual y reproductiva, salud materna, neonatal e infantil, prevenir el VIH y otras enfermedades infecciosas, la violencia y las alteraciones nutricionales.

Por otro lado, esta región tiene la segunda tasa más alta de embarazos adolescentes del mundo y se estima que cerca del 18% de los embarazos corresponden a mujeres menores de veinte años de edad. Está demostrado que cuando una adolescente queda embarazada no sólo está en peligro su salud, sino también su educación, sus futuros ingresos y todo su porvenir.

Estadísticas del UNFPA revelan que si hay una buena educación sexual y se tiene acceso a métodos anticonceptivos, los embarazos no planificados se reducen en un 70% y la mortalidad materna disminuye un 25%. Por ello, la comisión de The Lancet afirma que “entender la adolescencia como el momento de las oportunidades es invertir en salud, en mejores entornos sociales, emocionales y nutricionales de los jóvenes; es potenciar sus capacidades y reducir la desigualdad a lo largo de toda la vida”.

Puestos de trabajo dignos

Para Esteban Caballero, el dividendo demográfico se aprovecha si y sólo si existe una voluntad de vincular esta gran cantidad de jóvenes a la educación, la ciencia, la cultura y al sistema productivo, en una alianza entre el sector público y el privado, la sociedad civil y las familias. “Hay que elegir un buen gobierno, realizar inversiones en infraestructura y protección social, y establecer un clima de negocios favorable para la inversión seria y responsable. Es una obligación que los Estados firmantes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) lleven a cabo políticas y programas en el campo de la orientación vocacional y formación profesional, estableciendo una estrecha relación con el empleo por medio de programas, dentro del sistema oficial de enseñanza o fuera de él, para cubrir las necesidades de los jóvenes y del mercado laboral”.

En el cuarto Foro de Jóvenes de las Américas afirmaron que “el joven desempleado es especialmente vulnerable a la pobreza, la desesperanza y la exclusión social”. Miles están ya capacitados, listos para actuar, pero no se les brinda una oportunidad. Para la economía también resulta fatal no usar un recurso con alto costo de formación, porque implica dejar por fuera un gran potencial, una fuerza de trabajadores que, empoderados, aumentan el consumo interno, la producción y el mercado.

Durante la VII Cumbre de las Américas celebrada en Panamá en 2015, los jóvenes hicieron un llamado a los líderes del continente a trazar una estrategia para un crecimiento económico y social inteligente, incluyente, sostenible e integrador. La región cuenta con el potencial de los jóvenes para encontrar el rumbo y mantenerlo. Se trata de crear nuevos puestos de trabajo dignos que les permitan alcanzar una vida mejor, con un desarrollo equitativo, justo e inteligente, y ofrecer un camino honesto a nuestras sociedades. Los jóvenes piden, y son capaces de lograrlo, una economía más verde, más eficaz en la gestión de los recursos, más competitiva e integradora, orientada a reforzar el trabajo, la cohesión social y el territorio.

Finalmente, según Caballero, es alentador que cada vez existan más organizaciones comprometidas con la responsabilidad social, con justas y buenas prácticas empresariales, que comprenden que la formación profesional comienza en el sistema educativo, que los jóvenes requieren más oportunidades, que una formación calificada permanente permite perdurar a las empresas y crecer frente a las circunstancias cambiantes del mercado globalizado.

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