ExperienciasCulturaLas Iglesias del Casco Antiguo, un patrimonio que renane
Interior de la Iglesia de San José en el Casco Antiguo de Panamá, con su famoso altar dorado tallado en madera.

Las Iglesias del Casco Antiguo, un patrimonio que renane

Por: Margarita de los Ríos

Fotos: Javier Pinzón

Después de más de una década de trabajos, los templos coloniales del Casco Antiguo de Panamá reabren sus puertas convertidos en un circuito cultural y turístico sin precedentes.

Lentamente ascendemos los 142 escalones que conducen al punto más alto del Casco Antiguo de Panamá: el campanario de la iglesia de San Francisco de Asís. Mientras escuchamos las explicaciones de la arquitecta María Isabel Arrocha, directora del Programa Público de las iglesias del Casco Antiguo, cada peldaño parece llevarnos no solo hacia la altura, sino también hacia el pasado. Desde sus ventanales contemplamos el trazado de una ciudad colonial del siglo XVII que aún guarda, entre sus sólidas murallas, el eco de Panamá Viejo y la sombra de su destrucción tras el ataque del pirata Henry Morgan en 1671.

Pero esta escalera —que nos eleva 25 metros sobre el suelo— también simboliza la modernidad. Representa la culminación de un largo proceso iniciado en 2013 que ha devuelto la vida a las iglesias del Casco Antiguo y las ha transformado en espacios turísticos y culturales. Hoy, estos templos invitan no solo a la contemplación espiritual, sino también a disfrutar de un café, observar el atardecer desde una terraza o participar en un escape room para “rescatar al obispo”. Los fondos recaudados servirán para garantizar el autosostenimiento de los edificios, rescatados gracias a millonarias donaciones.

Estatua del Cristo en la Iglesia San Francisco de Asís, con vista al skyline moderno de Ciudad de Panamá desde el Casco Antiguo.
Desde la Iglesia San Francisco de Asís, la historia y la espiritualidad del Casco Antiguo se funden con el horizonte moderno de la capital panameña.

Una cruzada por el patrimonio

Vitral de San Ignacio de Loyola en la Catedral Basílica Santa María la Antigua en Panamá.
El vitral de San Ignacio de Loyola ilumina uno de los muros de la Catedral Basílica Santa María la Antigua, destacando el arte religioso que caracteriza al Casco Antiguo de Panamá.

Detrás de esta hazaña está Ricardo Gago, empresario de origen español, a quien monseñor José Domingo Ulloa confió la misión de liderar la restauración. Aunque debía atender sus responsabilidades familiares y empresariales, Gago logró organizarse para sacar adelante el proyecto. Con el apoyo del Comité de Amigos de las Iglesias del Casco Antiguo (CAICA), recaudó cerca de 30 millones de dólares —cinco de ellos destinados únicamente a la Catedral— y hoy muestra con orgullo el fruto de ese esfuerzo.

“Cuando tomamos las iglesias hace 13 años, la única que tenía culto religioso era La Merced”, recuerda Gago. “San José tenía un horario caprichoso, al punto que muchos panameños —y, por ende, muchísimos turistas— jamás la habían visto abierta, y San Francisco estaba completamente inundada por el deterioro del techo”.

La etapa actual del proyecto, que busca hacer autosostenibles estos templos, cuenta con el respaldo de Visa, Copa Airlines y Gotuuri. Desde su inauguración oficial, el 19 de noviembre pasado, tanto locales como visitantes pueden acceder a centros de información turística ubicados en la Iglesia de San Francisco de Asís, la Catedral Metropolitana y la Iglesia de la Merced.

Patio interior con campanas antiguas en la Iglesia Nuestra Señora de la Merced en el Casco Antiguo de Panamá.

Esta iniciativa colaborativa entre la Iglesia, el Estado panameño y la empresa privada es pionera en la región como ejemplo de buenas prácticas para la conservación del patrimonio cultural. Su objetivo es modernizar, visibilizar y divulgar experiencias genuinas dentro de un circuito turístico-cultural que incluye seis iglesias coloniales, un mirador y dos museos: uno dedicado al arte religioso y a la historia de Panamá, y otro con una amplia colección de arte contemporáneo latinoamericano.

Los ingresos obtenidos permitirán cubrir gastos de mantenimiento —como aire acondicionado, tareas de conservación preventiva, intervenciones arquitectónicas relacionadas con la restauración de los templos (estructura, retablos, cubiertas y limpieza)— y, además, posicionar y ampliar el contenido y el público de sus programas educativos en las escuelas del sector.

San Francisco de Asís: El retorno del guardián del mar

Tras el ataque de Morgan en 1671, el rey de España ordenó levantar una nueva ciudad, asignando a cada orden religiosa un espacio para reconstruir sus templos y monasterios. Los franciscanos ocuparon el suyo hasta mediados del siglo XIX, cuando la orden fue expulsada del istmo. Su iglesia pasó entonces por distintos usos hasta caer en el abandono. En 1918 fue reconstruida, incorporando nuevos elementos —como la torre que hoy visitamos—, aunque sus antiguos muros y el pavimento empedrado permanecieron intactos.

A comienzos del siglo XXI sufrió nuevamente el deterioro y fue abandonada. Hoy, completamente restaurada, recibe a los visitantes con una proyección animada del mismísimo San Francisco de Asís, quien da la bienvenida en formato digital. Instalaciones similares pueden encontrarse en otras iglesias del Casco: San Pedro Nolasco en La Merced, San Agustín en San José, Fray Tomás Berlanga en la Catedral y San Felipe Neri en su oratorio.

Por décadas, las iglesias del Casco Antiguo fueron vistas como vestigios silenciosos del pasado. Hoy, gracias a un ambicioso proceso de restauración, vuelven a latir con fuerza. Ya no son solo templos religiosos: son espacios vivos donde la historia, el arte y la fe se entrelazan para narrar, una vez más, la historia de Panamá. 

Terraza con visitantes junto a la torre de la Iglesia San Francisco de Asís en el Casco Antiguo de Panamá.
A los pies de la torre barroca de San Francisco de Asís, la terraza ofrece un momento de descanso entre historia, arquitectura y el ambiente vibrante del Casco Antiguo.

En el segundo piso, un amplio salón alberga la feria “Menos de Mil”, una propuesta de arte contemporáneo que se celebra dos veces al año para ofrecer obras originales de artistas locales a precios accesibles.

Tras el coro, el Alec’s Café invita a disfrutar un café chiricano mientras se contempla, desde la terraza, una vista parcial del Casco Antiguo. El espacio está disponible para eventos privados y cenas íntimas con chef personal.

Desde la cima de la torre, con su cúpula octagonal y sus rosetones, se despliega una panorámica inolvidable: los tejados rojos, los campanarios y, al fondo, la bahía de Panamá, serena bajo una luz tenue.

La merced: Entre la historia y el juego

La iglesia de La Merced es quizá la más audaz del circuito. Es la única que mantiene culto religioso activo, pero ahora alberga también un museo, una colección digitalizada de libros históricos, un pozo parlante que narra su historia y un patio donde se exhiben las campanas originales de los otros templos. Además, un espacio interactivo ofrece el juego “Guardianes de la Historia”, un escape room donde grupos de al menos ocho participantes resuelven enigmas cuyas respuestas se encuentran en el museo.

Interior de la Iglesia Nuestra Señora de La Merced en el Casco Antiguo, con retablos coloniales y techo de madera.
El interior de la Iglesia Nuestra Señora de La Merced revela retablos barrocos, detalles coloniales y una atmósfera serena que resalta su legado espiritual en el Casco Antiguo de Panamá.

La historia de este templo es también la de la ciudad. La antigua iglesia sobrevivió al ataque de Morgan porque los piratas la usaron como cuartel. Cuando se fundó la nueva ciudad, los mercedarios transportaron su fachada en pequeñas canoas bordeando la bahía.

Entre sus joyas destacan las columnas de níspero de 22 metros, liberadas del recubrimiento que las ocultaba desde 1964, y el techo original de madera, también restaurado. Solo una columna fue reemplazada, pero la original —tallada en un solo tronco de 13 metros y con más de tres siglos de antigüedad— se exhibe para admiración del público.

El museo custodia piezas litúrgicas, ornamentos, registros mercedarios y 110 libros que documentan nacimientos, matrimonios y defunciones desde la época colonial. Restaurados en un monasterio de Zaragoza, hoy pueden consultarse digitalmente.

San José, La catedral y el oratorio

San José, la segunda iglesia más visitada del Casco y célebre por su altar dorado, entrará próximamente en una nueva fase de restauración. Su próxima vocación: convertirse en sala de conciertos. Sus raíces se remontan a 1620, cuando los agustinos levantaron un pequeño convento en las afueras de Panamá Viejo. En la nueva ciudad, su templo se completó en 1675.

La leyenda cuenta que su retablo mayor fue salvado del saqueo de los piratas, aunque en realidad fue labrado en 1730, probablemente por un artista de la escuela quiteña.

La Catedral Metropolitana, por su parte, fue testigo de dos momentos decisivos de la historia nacional: la independencia de España, en 1821, y la separación de Colombia, en 1903, ambos celebrados en la plaza que preside.

Su construcción comenzó en 1688 y se concluyó en 1762. La fachada de piedra incorpora detalles traídos de Panamá Viejo, y el interior fue completamente remodelado en 2018 por orden del entonces presidente Juan Carlos Varela. El Estado invirtió 12 millones de dólares, mientras que el CAICA aportó otros cuatro. Las doscientas bancas de madera panameña fueron elaboradas por el ebanista Hernán Guardia y donadas por fieles y familias del país.

Vitral con la representación de la Virgen María en el Oratorio San Felipe de Neri, en el Casco Antiguo de Panamá.
Un hermoso vitral en el Oratorio San Felipe de Neri muestra la aparición de la Virgen, destacando los colores y el arte sacro que enriquecen este templo histórico del Casco Antiguo.

El templo alberga piezas tan antiguas como el altar mayor de cedro del siglo XVIII —que combina rasgos barrocos y neoclásicos— y tan contemporáneas como un homenaje a Carlo Acutis, el “santo milenial” o “ciberapóstol”, canonizado hace apenas unos meses.

A pocos metros se levanta el Oratorio de San Felipe Neri, una joya de estilo afrancesado que se oculta detrás de un edificio en la Plaza Bolívar. Construido en 1688, fue destruido por incendios en 1732 y 1756, reconstruido en 1855 y modificado en 1913, cuando un techo de cemento cubrió sus pinturas originales. Hoy, tras su restauración, puede admirarse en todo su esplendor.

Museo del arte moderno del Casco Antiguo

El circuito culmina en el Museo de Arte Moderno del Casco Antiguo (AMCA), ubicado en un pequeño edificio de tres pisos que perteneció al Convento de Santo Domingo, de 1687. El AMCA actúa como un puente entre el pasado colonial y las vanguardias contemporáneas.

Sus salas albergan más de 130 obras de 120 artistas de América Latina, Europa y Asia, entre ellos Jesús Rafael Soto, Julio Le Parc, Beatriz González, Takashi Murakami y Fanny Sanín. Entre las corrientes más representativas de su colección destacan el Universalismo Constructivo del uruguayo Joaquín Torres García y el arte cinético, impulsado por venezolanos y argentinos en el París de los años cincuenta.

En medio de esta fusión de historia y modernidad, las iglesias coloniales se erigen como un nuevo atractivo turístico y cultural. El Casco Antiguo de Panamá, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, no solo conserva su memoria: la reinventa.

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