Guillermo Arriaga y el cine que pretende cambiar el mundo
Por Roberto Quintero
Fotos: Carlos E. Gómez
Hablar hoy de un cine comprometido parece cosa de otro tiempo, y probablemente lo es. Sin embargo, es esperanzador encontrar aún cineastas dispuestos a generar un cine que provoque la reflexión y el diálogo. Tal es el caso de Guillermo Arriaga, famoso guionista mexicano, autor de una de las películas más importantes de la historia del cine latinoamericano: Amores perros (2000) y de otras joyas del séptimo arte como 21 gramos (2003) y Babel (2006). Es impulsor del mega-proyecto “El pulso del mundo”, saga de cuatro filmes en los que pretende abordar temas que la sociedad aún considera polémicos: religión, política, sexo y drogas.
La primera entrega de esta tetralogía Hablar con dioses fue estrenada en la reciente edición del Festival de Venecia. Este relato coral propone distintos enfoques de la relación entre los seres humanos y la religión, desde el punto de vista de Arriaga y ocho directores más: Emir Kusturica (Serbia), álex de la Iglesia (España), Bahman Ghobadi (Irán), Hideo Nakata (Japón), Héctor Babenco (Brasil), Mira Nair (India), Warwick Thornton (Australia) y Amos Gitai (Israel). Componen el equipo artístico otros dos titanes: el escritor peruano Mario Vargas Llosa, encargado de la cronología de la historia, y el británico Peter Gabriel, compositor de la música.
Como parte de su gira promocional antes del estreno comercial, Arriaga presentó la película en la reciente edición del Festival Internacional de Cine de Panamá. Allí tuvimos oportunidad de conversar con él sobre su ambicioso proyecto y este polarizado mundo que quisiera cambiar.
¿Cómo surgió la idea del proyecto “El pulso del mundo”?
Yo creo que es momento de hacer un cine más reflexivo, más comprometido con la situación del mundo. No podemos soslayar esos problemas, no podemos darles la espalda, tenemos que enfrentarlos y discutirlos. Ahora todo el mundo los discute en Twitter; yo he evitado hacerlo, porque en 140 caracteres quieren que des tu opinión de todo. Yo creo que necesitamos un espacio serio y sólido de diálogo. Es por eso que invité a tantos directores a este proyecto. Creo que la gente que está involucrada es muy sólida, con una visión muy fuerte. Tengo desde un ganador de dos Palmas de Oro, como Emir Kusturica, hasta un ganador del Premio Nobel de Literatura, como Mario Vargas Llosa.
¿Cómo escogiste a los directores? Sé que muchos son amigos tuyos y han desarrollado una carrera que admiras.
Primero hablé con amigos cercanos. La primera persona con la que hablé fue con Kusturica. Nos conocemos muy bien, él estaba en México e íbamos a ver una película juntos; le platiqué del proyecto y aceptó de inmediato. él es muy creyente. En el momento en que aceptó Emir, el proyecto subió de nivel. Luego le hablé a Bahman Ghobadi, otro amigo, director muy premiado, y también aceptó. Poco a poco fueron entrando. Hay algunos que no conocía, como Mira Nair, Hideo Nakata y Amos Gitai.
¿Y a ellos sí los buscaste por su trabajo?
Exacto. También tenía que ser gente que creyera en esa religión o culturalmente les fuese cercana. Héctor Babenco, por ejemplo. él no es creyente de umbanda, pero ha hecho documentales al respecto y tiene amigos umbanda. Ha estado muy cerca de la santería y entiende lo que es. No quería que hubiese una distancia.
¿Querías que fuesen voces muy distintas? Porque tienes a Kusturica y luego a álex de la Iglesia, ambos muy buenos pero con dos miradas del cine muy distintas; incluso muy distinta a la tuya.
Yo lo que quiero es que sean directores con una visión de autor fuerte, que tengan algo que decir. No quiero directores por encargo. Y claro, que sean directores que respeto. Realmente álex me hizo el favor de tomar el lugar de Paolo Sorrentino, quien iba a hacer el corto sobre el catolicismo, pero tuvo que hacer otra cosa. álex es mi amigo y lo invité originalmente para la película sobre sexo, pero lo llamé para ésta y aceptó.
¿Y en el desarrollo de las ideas, cada quién trabajó de forma individual o fuiste parte del proceso?
Sí, básicamente tuvimos algunos diálogos sobre qué iban a filmar.
¿Qué te interesaba contar?
Me interesaba que cada quien tuviera una visión propia de la religión que profesa o que culturalmente le sea cercana. El caso de Warwick Thornton, por ejemplo. él es un aborigen australiano; lo conocí cuando fui consultor del Instituto Indígena de Australia. Entonces yo le pedí que hiciera algo sobre la espiritualidad aborigen y él me trajo algo sobre la religión cristiana. Le tuve que decir que yo no quería eso y se enojó mucho. Y Warwick es un tipo gigante, si se enoja no te conviene [risas]. Pero al final quedó muy contento; me encantó el corto que hizo sobre espiritualidad aborigen.
¿Y cuál fue el rol de Vargas Llosa en la película?
Una vez filmamos la película, se la presentamos a Mario para que le diera un orden a los cortometrajes. Preferí que fuera un intelectual, un escritor, quien hiciera este orden y no un editor; porque no se trataba del mejor ritmo para la película, sino del mejor concepto de la película.
¿Cómo ha sido la respuesta del público y cómo te sientes con el resultado final?
En el Festival de Venecia tuvimos un aplauso de pie de más de quince minutos: ¡eso fue muy impresionante! Cuando tú vas a un festival de ese tamaño, en una sala de ese tamaño, y que la gente no pare de aplaudir, es realmente muy conmovedor. Gente llorando nos daba las gracias. La gente no suele reaccionar así en los festivales.
¿Por qué arrancaste por la de religión? ¿Te has planteado algún orden específico?
Arrancamos por religión porque era quizá la más complicada de hacer. No todos los directores quieren tocar este tema.
¿Crees que es el tema más difícil de los cuatro que aborda el proyecto?
Por mucho es el más difícil. Estás hablando de algo que no es tangible, es un acto de fe. Y a veces eres asesinado por algo intangible. Eso no puede ser. La religión no está para asesinar. Yo creo que la religión está para promover el encuentro, no para el desencuentro y el odio. No entiendo todas esas masacres religiosas que hay alrededor del mundo.
Es increíble que la humanidad no haya podido superar aún esos conflictos.
Esa era la idea detrás de la película, que veas religiones de otras partes del mundo y digas: “Este tipo no es muy distinto a mí”.
¿Y por qué crees que aún existe esa distancia? ¿Por qué los seres humanos aún no logramos coexistir entendiendo las diferencias?
Yo creo que hay todavía un espíritu de manada en los seres humanos. Mira como hay gente que se mata por equipos de fútbol; eso todavía es más ridículo. Es una cuestión territorial: mi religión es mejor que la tuya, mi ideología es mejor que la tuya. Y se matan. La idea de estas películas es que tú no debes ser ni atacado ni amenazado por tu preferencia religiosa, sexual, política o por lo que tú decides meterte en tu cuerpo. ¿Cómo es posible que haya gente que vaya a la cárcel por consumir cocaína? ¡Si es mi cuerpo! ¿Qué derecho tienes tú sobre mi cuerpo? Si estoy en mi casa y no le hago daño a nadie, ¿por qué tengo que ir a la cárcel? ¿Por qué tengo que ser suspendido como jugador de un deporte por meterme marihuana? Acepto que se castigue a los deportistas que se meten drogas que les permiten un mayor rendimiento, porque es hacer trampa. ¿Pero por marihuana en una fiesta?
En tu corto, que es sobre el ateísmo, dirigiste al actor Demián Bichir, uno de los actores más importantes del cine mexicano actual. Háblame un poco de él y de cómo fue el trabajo.
Con Demián había querido trabajar desde hacía muchos años. La familia Bichir es encantadora, desde el padre hasta sus hijos: Bruno, Odiseo y Demián, todos grandes actores. Yo respeto muchísimo a Demián y le dije: “Este es el pretexto para trabajar juntos”. Creo que lo hizo muy bien, estoy muy contento. Fue difícil. Cuando la veas te darás cuenta lo difícil que fue para él.
Y ya que estamos hablando nuevamente de la ausencia de Dios, me gustaría repasar contigo a uno de tus personajes más hermosos: Jack Jordan, de 21 gramos, atravesado por un conflicto interesantísimo que pone a prueba su fe. ¿Qué me puedes decir de este personaje?
Qué bueno que tocas ese personaje. Yo creo que 21 gramos es una película fundamentalmente atea. Es una reflexión sobre dónde debes de poner tus valores. El tipo está tan obsesionado con Dios que se ha olvidado de que tiene hijos y una mujer que lo están esperando.
¿Y también surgió de una necesidad de plantear cómo estamos enfocando la fe y para qué sirve?
Surge de un planteamiento de ateo: ¿qué pasaría con alguien que cree fervientemente en Dios y de pronto se siente traicionado por él? Todo es cosa de Dios y de repente el tipo mata a alguien en un accidente. ¿Quién lo mató: él o Dios? Por eso es la furia de ese personaje interpretado por Benicio del Toro, que se siente profundamente traicionado. Dios le fue desleal y a él se le cayó el mundo.
Quizá sea una pregunta un poco tonta o ingenua, pero ¿qué se siente ser el guionista de una de las películas más importantes del cine latinoamericano, como es Amores perros?
¿Tú juegas algún deporte?
No.
Bueno, cuando yo jugaba basquetbol, practicaba para poder meterla desde la media cancha. Es más, practicaba para poder meterla sin ver la canasta, de espaldas. Todos los días. Así, cuando estás jugando, se está acabando el partido y tiras de media cancha, la esperanza es que metas la canasta. Eso es lo que yo hice con Amores perros.
¿Desde el principio tuviste la corazonada de que sería un éxito? ¡Porque el boom fue tremendo!
Sí. Yo estaba trabajando entonces con un tipo llamado Rafael Azcona, el gran escritor de cine en lengua española (fue el autor de La última mujer, La gran comilona y Belle époque). Bueno, estábamos trabajando juntos y le dejé Amores perros, ¡y se enojó! Tenía ya unos setenta años y me dijo: “Yo soy un hombre muy ocupado para que me vengas a dejar esto. Voy a leer unas páginas, pero la verdad no te prometo nada. Me parece un abuso de tu parte que hagas esto”. Estaba enojado el maestro. Me fui a mi hotel y como a las tres horas me llama: “Guillermo, ¿puedes regresar a mi casa? Necesito hablar contigo”. Y estando ahí me dijo: “¿Tú escribiste esto? ¿Sabes lo que va a pasar con tu vida? Esto te va a cambiar la vida, es lo mejor que he leído jamás. Prepárate, nunca ha habido una película como ésta. Estoy muy impresionado, no sabía con quién estaba trabajando”. Entonces ahí dije: “Parece que va bien la cosa”.
No solo hay que hablar del éxito, sino del impacto que tuvo. Ha sido una gran influencia para muchos cineastas.
Sí, es muy curioso. Ahora me encontré con un hombre de Finlandia, en este festival, que me dijo que es la película que más lo ha influenciado. Quince años después, es una película que les hacen ver a los estudiantes de comunicación y cine para analizarla y discutirla. Realmente me pone muy contento. Se siente muy lindo.
Arriaga en el Festival Internacional de Cine de Panamá
Guillermo Arriaga fue uno de los principales personajes invitados a la cuarta edición del Festival Internacional de Cine de Panamá, realizado en abril.
Este festival superó todas las expectativas: 28.624 asistentes, que disfrutaron de 73 películas en 134 proyecciones (16 de ellas gratuitas).
La película panameña Caja 25 ganó los premios a Mejor Documental y Mejor Película de América Central y el Caribe, mientras que el gran Premio del Público Copa Airlines a la Mejor Película Iberoamericana de Ficción recayó sobre la venezolana La distancia más larga.