Expedición manatí
Por: Javier Pinzón
Fotos: Javier Pinzón y Shuterstock
Dicen por ahí que la ciencia sucede en los parajes más bellos y escondidos del planeta, y algo de esto debe ser cierto. Hace poco hice parte de una expedición científica que recorrió el río Changuinola y el humedal San San Pond Sak, en la cuenca del Caribe panameño, en busca de manatíes. Los parajes que recorrimos fueron sorprendentes y, maravillosamente, están al alcance de cualquier visitante deseoso de admirar el entorno natural de este país.
El estudio, liderado por el científico Héctor M. Guzmán, del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, busca contar la historia natural de estos carismáticos animales, y para ello debe conocer el tamaño de la población, su distribución, alimento y principales amenazas.
En busca de esa data, partimos de los laboratorios de la isla de Naos, en Ciudad de Panamá, y tras casi doce horas de recorrido por la carretera Panamericana llegamos a Changuinola, en la provincia de Bocas del Toro. El humedal del San San es un sitio protegido internacionalmente desde 1993, cuando fue incluido en la lista RAMSAR, la cual identifica los humedales que revisten importancia para la conservación de la diversidad biológica mundial y el sustento de la vida humana. Abarca unos 164 kilómetros cuadrados incluidos los ríos Negro, San San y Changuinola.
Allí encontramos a Meme, oriundo de estas tierras, quien creció rodeado de historias de manatíes. Ellos son, en realidad, “sus viejos amigos”, esos que, literalmente, “nunca ve”, pero sabe que siempre están presentes. él será nuestro guía local y, de paso, un puente entre la ciencia y la sabiduría popular. Toda la información que le transmitió su padre, y a la vez el padre de su padre, nos servirá ahora para generar datos científicos e identificar hábitos, movimientos y dieta de estos grandes animales.
Un día soleado, salimos desde muy temprano en la lancha de Meme para recorrer metro a metro la ribera del río Changuinola. La meta es identificar los rastros de mordidas de manatíes en la vegetación, y así poder deducir qué comen y en dónde. Meme, quien sabe establecer exactamente el rastro de los manatíes y qué significa cada uno, nos los muestra con paciencia hasta que aprendemos a identificarlos y comenzamos la observación metódica a lo largo de 11,5 kilómetros. Lo cierto es que los manatíes no tienen dientes, así que succionan y halan ramas y hojas, dejando un rastro muy particular. Estos animales, que pueden llegar a medir tres metros de largo y pesar 1.400 kilos, a diario consumen del 10% al 15% de su peso corporal en vegetación. Hasta el momento Héctor y su equipo han identificado 16 especies de plantas que forman parte de la dieta del manatí, incluyendo pastos, manglares, arbustos y plantas acuáticas.
Cuando logramos la máxima concentración en la búsqueda de mordidas, para anotar posición geográfica y especie de planta consumida, sucede algo que llama nuestra atención: Meme anuncia que estamos muy cerca de un grupo de manatíes. Su conocimiento ancestral es vital en nuestra expedición: el agua aquí es de un color negruzco, por el exceso de taninos y la influencia del agua dulce y salada; por eso resulta imposible ver qué hay bajo la superficie, pero Meme sabe con certeza que allí están sus amigos, porque identifica las burbujas que crean al exhalar. Nos quedamos quietos unos instantes hasta que comprobamos su teoría: muy cerca de las burbujas, de repente, emergen dos enormes narices para tomar aire. El científico explica que probablemente son una madre y su cría, quienes tienen una relación muy estrecha y duradera.
Los parajes son hermosos y me doy gusto tomando fotografías. Meme cuenta que todos los días el paisaje es diferente, ya que estas plantas son muy dinámicas: mueren, se mueven con la corriente, florecen y vuelven a nacer en diferentes épocas. Guzmán explica que mucha de la vegetación flotante no es propia de esta región, pues fue introducida hace unos años y se ha apropiado de la ribera.
El científico ha estudiado a los manatíes de esta área desde hace ya más de dos años. Pese a ser un hombre versado en asuntos de alta mar, que ha marcado ballenas, tiburones y tiburones ballena con transmisores satelitales en el extremo sur del continente, y ha descendido en submarino a unos 1.500 metros bajo el nivel del mar, nos cuenta que este ha sido el reto más grande de su carrera como científico, ya que su objeto de estudio es un animal que él no logra ver. Ya ha recorrido 2.253 kilómetros en 566 horas por las riberas de los ríos San San y Negro, y muchas de esas horas han sido en kayak, sin motor, con la única ayuda de sus brazos. Así es la difícil tarea de estudiar a este gigante que parece invisible.
Para estimar el tamaño de la población de manatíes en estos ríos, los investigadores usaron técnicas de acústica con sonar y grabadoras de sonido. Con un sonar de barrido lateral ellos identificaron la silueta del manatí, y con las grabaciones captaron el chirrido con el cual se comunican. Como resultado de este esfuerzo, se estima que hay una población no mayor a treinta individuos en los ríos San San y Negro, y que su distribución se basa más que todo en la profundidad del río, la cobertura vegetal y la temperatura del agua. La alta densidad de plantas acuáticas no permite usar sonar en el río Changuinola y la población se comienza a evaluar usando grabadoras autónomas.
El paso a seguir en esta investigación será instalar transmisores en algunos de estos manatíes. Estos dispositivos enviarán la posición geográfica del animal en tiempo real a un satélite y así se podrá saber qué tanto se mueven, si cambian de río o si permanecen en la misma área por un largo periodo de tiempo.
Ya es maravilloso todo lo que hemos visto. Y sin embargo, el área protegida de San San Pon Sak no ofrece solo la experiencia de navegar por entre estos árboles que pintan el escenario cada día de una manera diferente, o por estas tranquilas aguas que ocultan a los gigantes invisibles. Hasta sus playas de arena llegan a anidar las tortugas más grandes del planeta: las baulas, descendientes directas de los dinosaurios. De mayo a julio, estas gigantes del mar ofrecen una oportunidad invaluable de avistamiento cuando se acercan para depositar decenas de huevos en estas playas. Guzmán logró poner transmisores a algunas de ellas y los seguimientos indican que algunas ya van por Florida, Jamaica y Puerto Rico.
Es tan valioso el recurso natural, que los amigos del área protegida se organizaron en el año 2000 y crearon la Asociación de Amigos y Vecinos de la Costa y de la Naturaleza (AAMVECONA). Ellos, junto con el Ministerio del Medio Ambiente, ayudan a conservar y proteger a estas dos especies en peligro de extinción: los manatíes y las tortugas baula. También son ellos quienes dan acceso a los viajeros curiosos que quieren tener una experiencia natural interesante. Con la ayuda de AAMVECONA es posible ser testigo de la anidación de una baula. Ellos se han organizado para realizar recorridos nocturnos, en los cuales instruyen al visitante sin molestar a las tortugas, mientras se observa el delicado y enérgico ritual que las tortugas hacen para dejar su descendencia en la playa.
Para ver a los manatíes, AAMVECONA ha habilitado una plataforma en medio del manglar sobre las oscuras aguas del río San San en donde los manatíes acostumbran ir a comer banano.
Pero así como los manatíes tienen protectores, también tienen amenazas. Según las investigaciones de Guzmán, las principales son las colisiones con botes, el ruido de los motores y la degradación de su ambiente. Además, las actividades agrícolas y ganaderas causan erosión y contaminación crónica. Hoy, la única manera de cuidar estas poblaciones es protegiendo los lugares donde viven: las riberas de los ríos, los humedales y las costas. Para su conservación se requiere la participación ciudadana y la mayor contribución posible por parte del gobierno local, y todas las acciones de investigación que se realizan pretenden lograrlas.
Al final, me queda una grata sensación de poder ser parte de esta expedición que, en conjunto con las previas y futuras investigaciones, podrá favorecer un potencial plan de manejo multinacional en Centroamérica para proteger al manatí en los casi 2.190 kilómetros de costa que hay entre Belice y Panamá. La idea es crear un corredor de áreas protegidas que no solo cuide a los manatíes, sino que mejore el funcionamiento de todo el ecosistema.
Cómo llegar
Desde Norte, Centro, Suramérica y el Caribe, Copa Airlines ofrece vuelos diarios a David, Chiriquí, a través de su Hub de las Américas en Ciudad de Panamá. Desde David es posible tomar vuelos locales a Changuinola o cruzar la cordillera por una carretera de 202 kilómetros.
Para mayor información reservas y contratación de guías, contáctese con AAMVECONA:
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