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El boom de la cerveza artesanal panameña

Por Roberto Quintero
Fotos: Carlos E. Gómez y Roberto Quintero

No cabía un alma. Más de 5.000 personas asistieron a la tercera edición del Micro Brew Fest, festival dedicado a promover la producción y el consumo de cerveza artesanal en Panamá. Muchos no pudieron entrar, ya que por primera vez las boletas se agotaron. Quizás este número no le diga gran cosa, pero sepa que nunca antes fue tan popular este evento. Una muestra de la gran aceptación que la cerveza artesanal está teniendo en Panamá es que cuando se realizó por primera vez, en 2013, apenas llegaron unas 1.500 personas.

Este es solo uno de los indicadores. El otro día fui a la licorería a comprar unos vinos y, al pasar por la refrigeradora me topé con un tipo, más o menos treintón y con pinta de skater, que extasiado decía en voz alta los nombres de todas las cervezas artesanales que tenía frente a sus ojos, como intentando convencerse  a los demás de que la oferta superaba sus expectativas. Y sí, de un momento a otro, licorerías, supermercados, restaurantes, bares y discotecas empezaron a ofrecer cerveza artesanal de todas partes del mundo.

¿Cómo sucedió esto? Para entender el fenómeno llamé a Noel Sánchez de Obaldía, publicista, guitarrista de rock y fanático confeso de la cerveza. Dicha afición lo llevó a crear Buenas Pintas: el primer programa panameño dedicado a promover la cultura cervecera en el país, junto a sus amigos José Carlos Blanco Estévez y Eduardo Ortega. El programa apenas tiene un año y se transmite por internet (buenaspintas.com), pero es tan popular que ya es un referente del tema y otro buen indicador del boom. Noel explica que esta época dorada de la cerveza artesanal se está experimentando a escala mundial, sobre todo en Estados Unidos, donde la producción y el consumo de la cerveza artesanal han crecido de forma vertiginosa en los últimos años. Esa ola está influyendo en Panamá, sobre todo desde que la primera edición del Micro Brew Fest demostrara que, aunque pequeño, existía un nicho por explotar. “Lo que ellos hicieron fue traer stands de cervecerías que no se habían probado antes en Panamá, por diversas limitaciones. Al mismo tiempo, aparecieron nuevos distribuidores en la jugada que empezaron a traer productos cada vez más interesantes”, agrega Noel, quien avisa que él y sus socios también van a abrir una tienda este año para ofrecer a los consumidores panameños las marcas que a ellos les gustan.

Si bien el boom es una buena excusa para hablar del tema, lo cierto es que la cerveza artesanal arribó a estas tierras costeñas hace ya casi diez años, y no precisamente por las importaciones. Figuran en esta historia unos cuantos locos aventureros que decidieron hacer cerveza artesanal cuando aún era una rareza y no se vislumbraba auge alguno en el horizonte.

El pionero fue Camilo González, un bogotano que llegó a Panamá en 2005 con ganas de invertir. Arquitecto y con una vasta experiencia en el negocio de los restaurantes, no tenía la más leve idea sobre la fabricación de cerveza. Sin embargo, se tiró al agua siguiendo una intuición. “En Bogotá la cerveza artesanal ya estaba ganando mucha fuerza y quise ver qué posibilidades tendría ese negocio aquí, considerando que aún no existían micro-cervecerías y siendo Panamá uno de los grandes consumidores de cerveza en América”.

Así abrió Istmo Brew Pub en noviembre de ese año. Para los que no están familiarizados con los términos, un brew pub es un bar o restaurante que fabrica cerveza en sus instalaciones. Valga la aclaración para decir que a Camilo le tocó hacer un poco de docencia al principio. “La cultura cervecera había que hacerla, porque los panameños no estaban acostumbrados a la cerveza artesanal. No creían que a un nivel micro podíamos fabricar cerveza, así que tocaba explicarle a la gente cómo lo hacíamos y mostrarle los tanques que teníamos en la parte de atrás. Les explicábamos las virtudes de una cerveza artesanal frente a una industrial. Incluso hasta podría decir que la gente tenía cierto rechazo, porque estaban acostumbrados a la industrial y no tenían el paladar preparado para la artesanal, cuyo sabor es muy distinto”.

Siendo él un neófito, también tuvo que pagar el precio de su inexperiencia: la asesoría que recibió no fue buena, compró muy mala maquinaria y confiesa que casi se va a la ruina; pero no se dio por vencido. En 2006 cambió de maestro cervecero, reinvirtió en nueva maquinaria y le dio un nuevo rumbo al negocio. Diez años después, ese difícil pasado es solo una herida de guerra que Camilo exhibe con orgullo. Istmo Brew Pub hoy cuenta con dos locales: en El Cangrejo (calle Eusebio A. Morales) y en San Francisco (vía Israel y calle 76), que siempre están llenos. En busca de nuevos horizontes, desde noviembre del año pasado sacó la fábrica del bar y la mudó a un local más amplio, en el área industrial de Llano Bonito. Su plan es abrir un nuevo local este año.

Como el nombre del pub refiere a Panamá, sus cervezas fueron bautizadas con los nombres de las provincias panameñas. Son cuatro, todas lager. La Colón es rubia, ligera y refrescante; tiene 5% de alcohol y está hecha con levadura especial, que la da un sabor “crispy”. La Chiriquí está hecha con malta caramelo, es más tostada lo cual le da cierto sabor a café y tiene un porcentaje de caramelo, que le da un saborcito ahumado y su color ámbar; también tiene 5% de alcohol. La Coclé es una cerveza negra hecha con malta chocolate, malta pilsner, con una proporción ideal para el clima de Panamá; con 5,5% de alcohol, es una cerveza amable con aromas a chocolate y café. La Veraguas, finalmente, es una blend entre la Colón y la Coclé. Y aunque la más popular es la rubia, según explica Camilo, yo recomiendo vivamente probar la Chiriquí.

En 2010 llegó La Rana Dorada, de la mano de Jacky Yaffe, también oriundo de Colombia. “La Rana” a secas, como se le dice de cariño, arrancó como un pub en El Cangrejo (vía Argentina y calle Arturo Motta, diagonal a la Cabeza de Einstein). No se fabricaba cerveza entonces, pero rápidamente se hicieron un nombre vendiendo las mejores importadas que podían conseguir en el país. “No podíamos entrar en un mercado que estaba muy nuevo sin conocer y entender cómo era, pero siempre tuvimos la idea de abrir una micro-cervecería y enfocarnos en producir nuestra cerveza artesanal”. El problema era que no tenían aún el equipo ni el lugar donde hacerlo. Decidieron entonces empezar a producir en suelo colombiano con una cervecería con la que tenían relación en ese momento (Bogotá Beer Company), y así llegó en 2011 La Rana Dorada en botella: una cerveza ale rubia muy suave y refrescante, con toques de miel y un 4% de alcohol. El resultado fue un éxito: “Teníamos cerveza para seis meses y se consumió en tres”.

Con ese espaldarazo, en febrero de 2012 abrieron un segundo local en el Casco Antiguo (avenida Eloy Alfaro y calle 11) y allí instalaron la fábrica. Entonces entró en escena Brad Kraus, maestro cervecero con más de treinta años de experiencia y casi veinte asesorando cervecerías en Latinoamérica. Como buen cervecero, es un tipo de lo más afable. Nació en Wyoming (Estados Unidos), es químico y encontró en la cerveza su verdadero oficio y su pasión, algo que se nota a leguas cuando describe las diferentes recetas que creó. “Me puse a pensar en algunos estilos de cerveza que podrían ir bien para Panamá, considerando el clima y lo que a la gente le gusta en términos de sabor. Y como aquí es muy caliente, quería algo refrescante y que tuviera mucho sabor, pero que no fuese tan pesado”.

Como resultado, Brad concibió cuatro tipos distintos. La Rana Pale Ale: típica de los pubs ingleses, es una cerveza lupulosa y afrutada, con 5% de alcohol y de color rojizo. La Rana Premium Pils: una pilsner tradicional alemana, más seca y con 5% de alcohol. La Rana Blanche: ligera y refrescante, con 4% de alcohol, es una cerveza de trigo al estilo belga, hecha con cáscaras secas de naranja y limón. Y La Rana Porter: cerveza negra originaria de Londres con 5% de alcohol, elaborada con una gran variedad de maltas oscuras y tostadas que le dan su sabor.

El maestro cervecero asegura que la Blanche es la más popular de todas, pero yo solo quiero decirles que la Pale Ale y la Premium Pils son una delicia. Ahora bien, cada tanto lanzan además una cerveza de temporada, que no siempre es la misma. Si tiene la suerte de que justo han fabricado la India Pale Ale (IPA), ¡no dude ni por un segundo en pedirla! Es el orgullo de la casa, pues el año pasado ganó una medalla de oro en la Copa Cervezas de América realizada en Chile. “Fue increíble. Competimos contra 550 cervecerías de toda América, grandes cervecerías de México, Brasil, Argentina, Uruguay y Estados Unidos, ¡y ganamos! Además del premio, también estamos muy contentos con la aceptación del público”, asegura Jacky muerto de risa.

Otros que recibieron un reconocimiento en dicha competencia y justo en la misma categoría (American IPA), son los chicos de la cervecería Casa Bruja: medalla de plata por su cerveza insignia: la Chivoperro. Orgullosos han colgado el certificado en la entrada de la fábrica, ubicada en el Parque Industrial en Costa del Este. Aquí el ambiente es muy distinto al de las demás micro-cervecerías, ya que no hay un bar ni clientes brindando, sino colaboradores embotellando cervezas y cargando cajas a todo trapo. Y sin embargo se respira fiesta. Todos los que trabajan ahí son jóvenes y le ponen mucha onda a la faena, sobre todo Jonathan Pragnell y Richo Fernández, gerente general y director de Marketing y Comunicaciones, respectivamente.

Son panameños, tienen 31 años y además de socios son amigos de toda la vida. Están felices y se les nota de aquí a la China. Hijos del boom, Casa Bruja se dio a conocer con el Micro Brew Fest (una plataforma que ellos crearon junto a otros socios) cuando su producción era muy limitada y casera. Y casi que en un parpadeo, pasaron de ser cerveceros del under a convertirse en una de las marcas más populares de la actualidad panameña. Tanto es así que abrieron la fábrica a finales de 2013 y pocos meses después se vieron obligados a ampliar, reinvertir en más maquinaria y embotellar, porque la demanda los superaba. Y solo gracias al “boca en boca”, pues ni siquiera contaban con el equipo de ventas que tienen ahora. “Las botellas revolucionaron nuestro negocio. Somos la primera cervecería artesanal panameña que embotella. Para nosotros los barriles eran prácticos, pero para el cliente no. El cliente quería su botella, quería la marca también. Por suerte entendimos eso y logramos atacarlo a solo seis meses de abrir el negocio, y por suerte pudimos hacerlo. Y al crecer la fábrica, aumentaron nuestros clientes”, comenta Richo.

Además de la calidad de sus cervezas, gran parte del éxito de Casa Bruja se debe a los nombres de cada una y al atractivo diseño del producto. Fula Rx (que en panameño significa rubia de farmacia) es una blonde ale suave y ligera, pero tiene buen cuerpo, porque es 100% de cebada malteada y tiene 4,7% de alcohol. Chivoperro (el nombre surgió de un chivo que comía comida para perro en la finca de Richo en Portobelo, provincia de Colón) es una india pale ale un poco más amarga y con más cuerpo, tiene toques de cebada caramelizada, aroma a maracuyá y mango y 6,1% de alcohol. Sir Francis (en honor al pirata Drake, cuyo cuerpo reposa en las costas de Portobelo, según la leyenda) es una red ale con 5,5% de alcohol, menos amarga y más frutal, con toques de nuez y melón. Y finalmente Talingo (ave negra que abunda en Panamá), con 8,1% de alcohol, es una chocolate milk stout con mucho aroma a chocolate, pues está hecha con trozos de cacao de Bocas del Toro y azúcar de leche, que es lo que le da el dulce.

Fula Rx y Chivoperro son las favoritas de la gente. Pero, como decimos en buen panameño, para mí la Sir Francis “es la que es”. Se encuentran fácilmente en licorerías, supermercados, restaurantes y bares de la capital panameña. Si no, también puede ir a conocer la cervecería los sábados, cuando ofrecen visitas guiadas al público. Créame, para el amante de las cervezas es como ir a un parque de diversiones.

¿Y cómo sigue esta historia? Hay mucha más gente produciendo a menor escala que ya se está ganando su espacio en la escena local. Uno de ellos es Pedro Icaza, de Cervecería Legítima, que con su cerveza Vicio Oculto (una Russian imperial stout con 10% de alcohol) dio de qué hablar en el reciente Micro Brew Fest. Actualmente su producción es pequeña y solo trabajan para eventos específicos, pero este año abrirá su brew pub en el que también ofrecerá comida panameña, de la mano de su socio Carlos Ossa. Y no es el único, otros maestros cerveceros están saliendo de sus casas para ir a la caza de fieles tomadores. Así, parece que el boom de la cerveza artesanal panameña llegó para quedarse. ¡Salud!

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