Diego el Cigala y su viaje al corazón de la salsa
Texto y fotos: Roberto Quintero, EFE
Diego el Cigala es una suerte de explorador incansable de la música. El gran referente del flamenco y, muy probablemente, la estrella internacional más famosa que tiene el género andaluz hoy, ya ha coqueteado en sus discos con el bolero, el tango y el latin jazz. En joyas discográficas como Lágrimas negras (2003) y Romance de la luna tucumana (2013) demostró que puede sumergirse en la fusión con éxito, delicadeza y respeto, aunque siempre imprimiendo a fuego su sello.
Ahora el cantaor nacido en Madrid ha realizado un desdoblamiento insospechado para mostrarnos su alma salsera. Y si digo alma no es por pecar de cursi, sino porque este nuevo disco tiene mucha tripa y corazón. Su nombre es Indestructible y es un homenaje a la salsa dura y a sus grandes intérpretes como Héctor Lavoe, Ray Barreto, Cheo Feliciano y la Fania All Stars, con once clásicos de la época dorada de este género musical que surgió en los barrios latinos de Nueva York a finales de los años 60.
Pero es mucho más que una placa: es el viaje que realizó El Cigala al corazón de la salsa. Y en su periplo recorrió Cali, San Juan, La Habana, Punta Cana, Nueva York y Miami para grabar los temas y registrar sus distintos colores y sonoridades. En el camino se sumaron más de setenta músicos de varios países para participar en el disco, entre ellos leyendas como Oscar D’León, Bobby Valentin, Larry Harlow y Roberto Roena.
Indestructible salió a la venta el 28 de octubre. Tuve la suerte de escucharlo antes en República Dominicana y en presencia de su autor. Puedo asegurarles que se trata de una verdadera joya de colección, una producción a la que le ha entregado un pedazo de su vida. Pero prefiero que sea el propio Diego quien les hable del trabajo. He aquí lo que me contó en exclusiva para Panorama de las Américas.
Incluiste once temas en el disco cuando pudiste haber escogido, fácil, sesenta clásicos de la salsa. ¿Cuál fue el norte para escoger las canciones?
Tenían que ser temas que fuesen con la manera mía de cantar, como quien va al sastre y se hace un traje a medida. Así escuché “Periódico de ayer” y dije “esta va”, “Indestructible” va, “Juanito Alimaña” va. Pero les hemos dado muchas vueltas, porque son clásicos pero no llevaban ese tiempo, ni esa velocidad, ni esa rítmica con el que las grabamos. Eran temas que iban más pa’trás y tenían esos arreglos de esa salsa dura de los años 70 y 80.
¿Por qué decidiste que la canción “Indestructible” de Ray Barreto le diese el nombre al disco?
Por mi vida, por cómo he sido yo. Y sobre todo la letra, se asemeja mucho a todo lo que me ha pasado a mí. Aparte de que el nombre Indestructible te propone un título poderoso, con mucha fuerza, con mucho empaque.
No es lo mismo la salsa cubana que la puertorriqueña. ¿Por eso decidiste grabar las canciones en distintas ciudades?
Indestructible es como mi viaje. Este disco no se podía haber hecho con toda esta gente viniendo a mí, acá en un estudio; no hubiese sido lo mismo. Yo lo que quería es ir a Cuba e irme a Matanzas y estar con Los Muñequitos de Matanzas. Vivir con ellos en su casa y vivir la raíz del pueblo de Cuba. Luego en Colombia, quería llegar a esa bella tierra en Cali y mirarle la cara al maestro José Aguirre, y nada más mirarnos tener ese entendimiento de escucharme y decirme “yo sé ya lo que va”. Eso ocurre cuando se pone tanta verdad y tanto amor en los proyectos. Y ya cuando llegamos a Puerto Rico, cuna de la salsa, empecé a conocer a Roberto Roena, Bobby Valentin, Larry Harlow, Nicky Marrero y Luis “Perico” Ortiz, todos miembros de la Fania All Stars y grandes genios. Ahí eran ellos los que me hacían cantar, los que me hacían sentir. Luego en Miami grabé con Oscar D’León, el sonero mayor por excelencia, un hombre de gran cariño y disponibilidad para trabajar. Cuantas veces hubiese que repetir el tema, se hacía.
Pudiste haberlo hecho en el estudio de tu casa y ahorrar esfuerzo y dinero. Sin embargo te tomaste tu tiempo y cuidaste cada detalle. ¿Qué valor tiene para ti un proceso como este?
Es que tiene que ser así, los discos no se pueden hacer rápido. Los discos tienen que llevar su tiempo y los temas deben tener ese carisma, esa fuerza. Sobre todo mucha inspiración, mucha impronta. Solo grabar este me ha llevado un año. Ya si contamos la búsqueda de temas, han sido unos tres años. Pero lo que es grabar me lo tomaba todo muy despacio, mirándolo con lupa. Y eso es lo bonito de este proyecto. También había días en que llegábamos al estudio y no llegaba la inspiración, entonces nos dedicábamos a meter percusiones o cualquier otra cosa. Ni le he dado tregua, simplemente decía “hoy no, vamos a otra cosa”. Esos son los discos.
¿Dónde se tocan la salsa y el flamenco?
En el pueblo, en la tierra. La salsa es como el sello de Latinoamérica y el flamenco es el sello de Andalucía. Y tienen muchísimo que ver el uno con el otro. Por eso me he sentido muy libre en la salsa, pero sin pasarme. Con mucha precaución y sobre todo respeto.
Es un disco de salsa que tiene tu toque de flamenco. ¿Cómo trabajaste el balance entre ambos géneros al momento de fusionarlos?
Es un disco de salsa. Pero quería que las piezas que debía haber de flamenco fuesen por componentes de instrumentos. Que no fuese una guitarra flamenca que tiene que estar ahí todo el tiempo, ¿por qué? Prefería que fuesen guitarras de acompañamiento. En “El paso de Encarnación”, por ejemplo, con Oscar D’León, está la parte de él y quería que hubiese un pequeño cambio cuando entro yo, dando esa pizquita que llevamos nosotros y que es el flamenco. Cómo cambia cuando le metes unas palmitas y unos cajones y una guitarra de acompañamiento, solo para acompañar. Pero de entradas, momenticos y salidas. No es para estar ahí todo el rato, porque ya es otra cosa.
¿Y cuál crees tú que fue la gran dificultad?
Para mí “Juanito Alimaña” fue muy dura. Ese sí que es un tema que está lineal y tiene tanta historia, que me recuerda al “Pedro Navaja” de Rubén Blades. Parece que son hermanos. También tiene una velocidad muy lenta. Me ha costado mucho meterme en ese papel, porque no lo he querido cantar ni tan flamenco ni tan salsero. Quería cantarlo callejero, como una noche de rumba, como yo soy. Y lo probé así, estando de noche en casa con mis colegas, de fiesta y estando a lo tonto me puse a cantarla y dije “por ahí sí”. Se nos resistió mucho, pero ha valido la pena.
En el disco hay dos temas de Tite Curet que, precisamente, fueron inmortalizados en la voz del gran Héctor Lavoe: “Juanito Alimaña” y “Periódico de ayer”. ¿Por qué las escogiste: por la composición de Curet o porque Lavoe es uno de los más grandes íconos de la salsa?
Por los dos, porque las canciones son buenas y por la interpretación de Héctor Lavoe. Yo lo comparo mucho con Camarón de la Isla, porque eran muy parecidos en la manera de vivir y en la manera de sentir. Cantadores de muchísima inspiración, de esos que por más que les dijeras “mira, vamos a hacer esto”, te decían “sí, sí” y luego hacían ellos lo que les daba la gana, y te lo mejoraban. Y nunca llevaban un plan porque eran todo improvisación y sabiduría. Creo que hubieran sido magníficos amigos. Y yo también siento que hubiese sido pana a full de Héctor Lavoe, seguro.
Hablaste recién de “Pedro Navaja” y es casi una obligación preguntarte por Rubén Blades. ¿Por qué se quedó por fuera?
Para mí Rubén Blades es un genio en todos los sentidos, como artista y ser humano. Tengo una gran amistad con él, le quiero muchísimo. Pero bueno, no se ha dado. él estaba muy liado, también. Yo quería cantar el tema “El cantante”, que es de él, pero se me adelantaron: lo grabó la Niña Pastori. Está bonito, lo grabó con Rubén. Entonces dije “ya, paso a otra cosa”. Pero sí me hubiera gustado y lo voy a hacer, si Dios quiere.