Destino: San Andrés, de la mano de un local
Ahora también los raizales se unen al boom turístico de la isla y muestran no solo sus espectaculares cayos, playas y aguas transparentes, sino también su cultura y sus tradiciones.
Por: Margarita de los Ríos
Fotos: Javier A. Pinzón
Es posible disfrutar la isla de San Andrés, en Colombia, desde un lujoso hotel todo incluido y asegurarse de tener todos los servicios de playa, ron y gastronomía internacional. Además, estar cerca del centro para no desperdiciar las múltiples posibilidades de compra que ofrece un puerto libre. Pero existe otra forma de conocer su mar de siete colores, sus arrecifes coralinos sorprendentemente llenos de vida o sus cayos de arena suave y palmeras ondulantes. Y esto es desde la casa de un raizal, en donde le contarán en primera persona sobre la cultura creole, desayunará con pan bone y almorzará con un poderoso rondón.
El archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina está tan alejado culturalmente de Colombia, que su historia y sus tradiciones se asemejan más al Caribe angloparlante que a lo que sucede en el país continental. Allí la lengua madre es el inglés, la arquitectura original es de madera, la religión predominante fue, hasta hace muy poco, la bautista, y la música que se escucha es calipso y reggae. Los Gómez y los Rodríguez allí son Taylor y Archibold, y en vez de chocolate, se toma el té a media tarde.
El archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina está tan alejado culturalmente del resto de Colombia, que su historia y sus tradiciones son prácticamente desconocidas.
Sin embargo, sucedió que el archipiélago permaneció aislado por años y vino a resonar en el continente como destino de compras luego de que, en 1953, y con el buen ánimo de crearles una fuente económica, las islas fueron declaradas puerto libre en un país que tenía muy protegida la economía y restringidas las importaciones. El comercio muy pronto quedó en manos de extranjeros y la isla se llenó de continentales que, en el afán de conseguir un Cartier o un buen whisky, ignoraron la belleza de su entorno natural, desconocieron la segunda barrera de arrecifes del Caribe e invisibilizaron completamente a los raizales, quienes se refugiaron en sus dos barrios tradicionales: San Luis y La Loma, mirando desde la barrera todo el movimiento que ocurría allá abajo.
Las señoras abren sus puertas
Con problemas económicos y cansadas de no participar de los beneficios del turismo, las matronas más tradicionales de la isla un día decidieron abrir sus casonas para hospedar turistas. Entre ellas estaba Reolicia Duke, bisnieta de un jamaiquino de origen inglés que construyó hace doscientos años la enorme casona de madera que su familia ha heredado de generación en generación. Con una ubicación privilegiada, en la parte más alta de La Loma, muy cerca de la tradicional Iglesia Bautista, hoy se le conoce como Posada Licy. Ella sabía que tenía un bien que ningún hotel de cinco estrellas podía ofrecer: la posibilidad de dar a conocer su cultura, contar el origen de su pueblo y sus costumbres, y ofrecer así una experiencia más completa y auténtica.
Hubo otras matronas, en otras casonas tan grandes como la de ella, que también abrieron sus puertas, hasta que se creó la Asociación de Posadas Nativas, y el Gobierno las apoyó reglamentado unos estándares y otorgando una certificación.
Un pueblo especial
Para entender mejor el contexto cultural de la isla, hablamos con el historiador Endys Livingston, quien nos cuenta que el nombre raizal quiere distinguir a los verdaderos descendientes del mestizaje que se dio producto de la lucha entre las potencias que querían dominar el Caribe en épocas de la Conquista y la Colonia. Allí se reunieron holandeses, franceses, españoles e ingleses, que se mezclaron con descendientes de africanos e indígenas, conformando un pueblo totalmente diferente al del continente de herencia hispana. Se trata de un pueblo angloparlante, con territorio y tradiciones propias, cuya idiosincrasia debería reflejarse en las campañas turísticas del archipiélago tanto como su valor ambiental. Este territorio, nos cuenta Livingston, es reserva mundial de la biosfera y estos dos elementos: cultural y ambiental, constituyen el gran factor diferencial de San Andrés.
Llegamos luego a la Posada Miss Trinie, donde nos atiende la quinta generación del fundador, Thomas Hemans, el primer médico negro en la isla. Su tataranieta nos muestra recortes de prensa de los grandes éxitos obtenidos por su antepasado en un mundo donde todavía regía el racismo. El doctor Thomas, originario de Jamaica, estudió en Inglaterra, trabajó en Panamá y, después de especializarse en Ginecología y Obstetricia en Nueva York, se trasladó a San Andrés… para enterarse de que allí no gustaban de los negros y era muy difícil legalizar sus títulos.
Con los años, Thomas logró reconocimiento por su buena práctica, y construyó la casa, hoy museo, en la que han vivido siete generaciones y en donde guardan, entre otros tesoros, el baúl original en el que el médico trajo a la isla sus pertenencias.
En Coconut Paradise nos recibe Opa Downs, quien nos habla del valor sentimental de la posada, una casa vinculada a la familia toda la vida. Fue construida en 1925 y en el salón principal todo está igual que entonces. La casa, símbolo de la arquitectura isleña tradicional, está hecha de madera, con cielo rasos altos y muchas ventanas que dan paso a las suaves brisas caribeñas.
De acuerdo con Opa, las posadas dan la oportunidad a los visitantes de conocer a San Andrés desde un punto de vista cultural. “No se trata de tener una cama donde dormir, es una inmersión en una cultura prácticamente desconocida. Aquí conocen la música típica, escuchan cuentos de la isla y cocinamos juntos en el patio. Además de que esta opción es más económica que los hoteles, el turista sabe que está aportando en la única parte de toda la industria turística donde participan los nativos”.
Gastronomía y música
Nuestro segundo día en la isla lo vamos a dedicar a hacer turismo: dar la vuelta a la isla en una “mulita” o carro tipo buggy y detenernos en los lugares claves de visita. Tomamos la carretera circunvalar hacia el lado oeste. Por allí están algunos balnearios a orillas de la carretera y La Piscinita, donde han instalado rodaderos y trampolines para lanzarse a un mar perfectamente transparente habitado por peces de colores.
Continuamos hasta Booby Rock para probar el famoso rondón (rundown), un plato muy espeso para ser sopa y demasiado líquido para ser un guiso. Lo preparan con solo pescado, o con caracol y rabito de cerdo. Todo se cocina en leche de coco con batata, fruta del pan, yuca, plátano, ajo, pimienta, cebolla roja y, al final, se aromatiza con albahaca. ¡No le puedo explicar la delicia!
Nos recomendaron también ir a la Cooperativa Multiactiva Native Brothers (en la playa principal) donde boteros que realizan los tours, agricultores, pescadores y cocineros se han asociado para ofrecer una experiencia auténtica. Allí encontrará otros platillos típicos como pescado frito, frijoles con cerdo, mariscos de la isla, langosta, caracol y rabito de puerco.
El archipiélago es considerado Reserva de la Biosfera por la riqueza de su arrecife coralino
Nuestro tour continúa y decidimos visitar las islas: Johnny Cay, en donde recomendamos dar la vuelta para conocer su lado menos comercial e igualmente espectacular; Haynes Key y su puente flotante que conduce al Acuario. Y es aquí donde tenemos nuestro momento de mayor éxtasis: entramos a un verdadero acuario natural y nos perdemos los unos de los otros nadando entre cientos de peces. Una locura.
Al tercer día tomamos el semisumergible para seguir viendo peces y, al desembarcar, nos apresurarnos de nuevo al lado oeste para ver el mejor atardecer de la isla, que es, sin duda, en West Point. Es viernes y la noche nos lleva ahora sí al centro, muy comercial, pero queremos ver en vivo los grupos de música típica. Con un buen reggae, terminamos la noche.
Actividades en la isla
• El mejor buceo de Colombia en medio de la Reserva Sea Flower.
• Minicurso de buceo.
• Paseo en semisumergible.
• Esnórquel en La Piscinita y El Acuario.
• Tarde de playa en Sprat Bight o Cocoplum.
• Parasailing.
• Noche blanca en catamarán
Posadas Nativas
Posada Licy: La Loma Flowers Hill, Cel: +57 17 7072 306.
• Casa Museo Miss Trinie: Cel: +57 312 4241622.
• Coconut Paradise: Cel: +57 304 6572596
• Cli’s Place Posada Nativa: reservaciones en Booking
• Me Tenloy’s Place: calle 9 con cra. 6A.
• Bernard Place: cra. 5 n.° 4A-38.
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