Bulevar de las estrellas
Por Julia Henríquez
Fotos Demian Colman
Era temprano y nuestros sentidos no terminaban de reanimarse, nos bajamos de nuestro transporte y vivimos en carne propia el despertar de una metrópoli. Comenzaban a llegar gentes de todos lados y algunas personas instalaban sus puestos callejeros para empezar su día. Todo parecía normal, pero mi corazón latía fuerte: por fin estaba en el núcleo de Hollywood, el bulevar que reúne, en menos de dos kilómetros, la verdad y la mentira, la parodia y la metáfora del cine más influyente del planeta.
Nuestra mirada se dirigió desde el primer instante hacia el Teatro Dolby, el lugar donde se entregan los Premios Óscar; una ceremonia que, año tras año, los amantes del cine, sin importar en qué lugar del planeta estemos, vemos embelesados por televisión. Ascendimos lentamente y con glamour por las escaleras rojas que hemos visto tantas veces por televisión pero, al llegar arriba, solo pudimos pegar nuestras narices a las puertas de vidrio y tratar de adivinar lo que sucedía adentro. El Teatro es ahora también sede de las audiciones de American Idol y la mayor parte del tiempo está ocupado, así que visitarlo por dentro es cuestión de una suerte que no nos acompañó.
Nos tomamos un café y regresamos al mundo real, que a esta hora había cambiado por completo, como cambian los sets en Hollywood. Las aceras ahora estaban atestadas de gente. Los turistas caminaban anonadados entre súper héroes y músicos. En apenas dos cuadras nos ofrecieron un tour para manejar un auto de lujo, poner nuestro nombre en una estrella, salvarnos del Apocalipsis inscribiéndonos en alguna iglesia cuyo nombre no puedo recordar y hasta una degustación de los últimos productos de marihuana. Esto sí que es realismo mágico. ¿Cómo es que la calle más transitada y caótica posible se embellece para las cámaras del mundo? Era necesario ubicarnos en tiempo y espacio, así que en las puertas del Hard Rock Cafe nos unimos al tour Hollywood tras Bambalinas.
Me entero de que no se puede hablar de Hollywood sin hablar de Sid Grauman. Sid y su padre, David, llegaron a Los Ángeles con la misión de elevar el cine a un nivel tan alto en la sociedad como el de la ópera. Él tenía claro que el cine era el futuro y que el glamour de las tablas podría ser heredado a la gran pantalla. Con este fin construyeron el Teatro Egipcio, buscando que la escenografía invitara a entrar a los espectadores a un recinto tan épico como la historia misma. Allí, entre esfinges y figuras a escala, se vivió, por primera vez en la historia, un estreno con alfombra roja: corría 1922 y era Robin Hood. El éxito sin precedentes de aquella presentación todavía retumba en las paredes, pintadas con jeroglíficos, de lo que ahora es el hogar de la Cinemateca de Los Ángeles. Pero eso fue solo el principio, pues Grauman seguiría aportando al movimiento cultural cinematográfico con los cines The Million Dollar Theatre, en el centro administrativo de la ciudad; El Capitán, hoy propiedad de Disney, y el Grauman’s Chinese Theatre. Los últimos dos frente a frente en medio del caos de Hollywood Boulevard.
El Teatro Chino es un palacio rojo de techo verde con puntas finas y dragones guardianes. Todo lo que uno pueda imaginar cuando piensa en ese país. Debido a la belleza del teatro, tanto afuera como adentro, y la obsesión de Grauman por los estrenos glamurosos, este lugar se convirtió en la casa oficial de las alfombras rojas.
Desde su estreno, en 1927, allí existe la posibilidad de un encuentro repentino con alguna estrella de cine o televisión en medio de una premier. Sin embargo, los grandes estrenos y las alfombras rojas no son el principal atractivo del teatro. Habiendo sido la casa de la primera ceremonia de los Premios Óscar, quedó la costumbre de guardar las huellas de las estrellas que han pasado por allí. Los primeros en plantar sus huellas en el cemento fresco fueron los mismos copropietarios del teatro: Mary Pickford y Douglas Fairbanks. Hoy son más de doscientos nombres, incluyendo animales y hasta robots de galaxias muy muy lejanas. El teatro ofrece un tour guiado y un minidocumental con su historia, pero la mayoría de visitantes se concentra en encontrar la huella de su estrella favorita para tomarse una foto y subirla rápidamente a las redes sociales.
El epicentro cinematográfico solo abarca un par de cuadras dentro del extenso Hollywood Boulevard y, sin embargo, un recorrido meticuloso puede durar días. El tour sirve como un gran popurrí de información para luego digerirla de a poco y con gran paciencia.
El guía apunta a todas las esquinas develando los secretos que esconden sus fachadas: “En esa esquina, el departamento donde Richard Gere le declara su amor a Julia Roberts en Mujer bonita; allí, el Museo de Hollywood, el Madame Tussauds, más adelante el Museo de las Selfies y el Ripley’s Believe It or Not, donde filman el Jimmy Kimmel Live! Ahora estamos frente al Hotel Roosevelt, donde se hospedaron estrellas de la talla de Marilyn Monroe y Charles Chaplin. Y, por supuesto, no olviden mirar hacia abajo: estamos caminando por el increíble Paseo de la Fama, recientemente utilizado por Quentin Tarantino en su última película”.
Y en este punto se debe retroceder en el tiempo. Justo después de los devastadores acontecimientos de la Primera Guerra Mundial, el mundo regresó a lo que sería un corto plazo de tranquilidad, y la industria del entretenimiento estuvo allí para recrearlo. Hollywood llegó a su edad dorada gracias al esfuerzo de miles de personas que dedicaron su vida al mundo del entretenimiento, con un nuevo sistema de producción en grandes estudios y con los nombres de rutilantes estrellas.
Años después, con una industria ya establecida, surgió la necesidad de honrar a quienes dejaron su marca en el mundo del entretenimiento norteamericano. En 1953, E. M. Stuart, presidente de la Cámara de Comercio de Hollywood, tuvo la idea de hacer un camino público para mantener la gloria de esa comunidad tan significativa en todos los rincones de los cinco continentes y en 1960 se reveló la primera estrella del mítico camino. El honor fue de Stanley Kramer, director y productor de cine.
La Cámara de Comercio de Hollywood creó entonces un proceso de selección para decidir a quién se le otorgaría un lugar en el Paseo de la Fama. Nuestro guía nos menciona algunas de las especificaciones que buscan en cada candidato para saber si es merecedor de la estrella en alguna de cinco categorías: música, radio, televisión, teatro y cine. El camino, además de ser considerado de importancia cultural para la ciudad de Los Ángeles, es uno de sus atractivos turísticos más importantes. Más de 2.600 estrellas han sido agregadas a lo largo de los dos kilómetros que ocupa el proyecto, con espacio para muchísimas más.
Los pies se hinchan, el sol quema, el cuerpo pide un descanso, pero la mente no quiere parar. Volvemos a subir al centro comercial del Dolby y desde un pequeño puente nos tomamos una foto con las enormes letras que anuncian que esto es solo el principio. Hollywood todavía parece inalcanzable, un monstruo que quiere devorarnos, pero nosotros estamos dispuestos a disfrutarlo y esperamos dominarlo.
Para obtener información sobre las ceremonias de entrega de las estrellas visite la página oficial de Hollywood Walk of Fame, donde se anuncian horarios, lugar y homenajeados con el tiempo suficiente para hacer sus planes, ya que son abiertas al público. La actividad es gratuita, pero tiene un cupo limitado. La duración de la ceremonia no es muy extensa, pero es preciso llegar con tiempo para poder conseguir un lugar.