Atardecer en Panamá
Por Juan Abelardo Carles
Fotos: Javier A. Pinzón
En Panamá no existe tal cosa como un cielo aburrido. Entre mayo y noviembre, hay nubes oscuras y cargadas de agua arremolinándose y caracoleando, en preludio de trombas tropicales. Entre diciembre y abril, sin embargo, el espectáculo es otro: el oeste de la bóveda celeste explota en llamaradas, mientras el sol hace su salida triunfal, al final del día. Este último caso se debe a múltiples factores climáticos: el cinturón de convergencia intertropical se mueve hacia el sur del continente, haciendo que el clima sea menos lluvioso y haya más polvo microscópico en la atmósfera. Si a esto le agregamos las micropartículas de arena que llegan desde el Sahara al Caribe cuando hay simunes especialmente fuertes, entonces tenemos la receta perfecta para los mejores atardeceres, multicolores, brillantes y dinámicos.
Las puestas de sol se pueden ver, por supuesto, desde muchos sitios, pero si usted está de visita en Panamá, puede convertirlas en parte de la experiencia turística, siempre y cuando sepa escoger un lugar para contemplarlas que le agregue valor adicional. El istmo de Panamá rompe el eje norte-sur del resto del continente, por lo que aquí el sol no se pone sobre el mar, como en gran parte de los países vecinos, lo que no quiere decir que el espectáculo sea menos impresionante. Panorama de las Américas le propone algunas zonas de la capital panameña (o bien, muy cerca de ella) para que acompañe este espectáculo celeste con una cerveza, descansando en la playa, caminando o como preámbulo de la rumba nocturna.
Amador o las meditaciones sobre la vida acompañadas de cerveza y ceviche
La larga Calzada de Amador fue creada, entre 1904 y 1913, con los residuos de las excavaciones del Canal de Panamá, para que protegiera la entrada de la vía, tanto de los oleajes como de flotillas hostiles. Su rol militar acabó hace décadas y hoy, recién renovado, es uno de los espacios recreativos más amplios de la ciudad. La joya de este espacio es la estructura multicolor y multiforme del Biomuseo, inaugurado en 2014, que relata cómo el surgimiento del istmo de Panamá impactó en el devenir de la vida en el planeta.
Le proponemos que arribe al museo a media tarde y se beba toda la historia de cómo este pequeño cinturón de tierra contribuyó a crear ecosistemas oceánicos nuevos, propició el intercambio biótico entre Norte y Suramérica y, alucinante probabilidad, pudo empujar, hace millones de años, a un oscuro grupo de homínidos africanos a la carrera que los trajo hasta esta humanidad que compartimos todos. Saldrá del museo totalmente flipado, entre cuatro y cinco de la tarde, así que una caminata a lo largo de los cinco kilómetros y medio de la calzada no le caería mal para asimilar todo lo que ha visto.
Hacia el oeste, verá las embarcaciones que salen del Canal interoceánico, silueteadas contra el sol poniente, rompiendo un mar escarchado contra el que también se precipitan las aves marinas, tentando sus últimas presas, antes de que caiga la noche. Helo aquí a usted, en el cruce de un puente de tierra hecho por la naturaleza y un puente de agua hecho por la humanidad, siendo cada uno una barrera para el otro. Medite sobre ello, mientras camina y se mezcla con los cientos de panameños que, a esa hora, hacen algo de ejercicio o simplemente toman el aire y se relajan con la apaciguadora vista. Las cervezas bien heladas y un ceviche bien ácido y picante pueden ser buenos compañeros de reflexión.
Atardecer, paddle y parqueo en Veracruz
Si lo suyo no es la contemplación, le proponemos una gira por las playas cercanas a Veracruz. Se trata de un pueblo, a poco más de ocho kilómetros al suroeste de la capital panameña, que fue siendo ocupado por empleados panameños de las instalaciones militares norteamericanas cercanas. Los lugareños levantaron también puestos para vender cervezas y bocadillos a los soldados que venían a pasar el rato en la playa. Muchos de esos puestos evolucionaron a restaurantes en toda regla, que se especializan en mariscos y cocteles exóticos.
De unos años para acá, la zona de Veracruz, especialmente playa Venado, se ha convertido en un espacio para los aficionados al Stand Up Paddle (SUP), quienes, dependiendo de las mareas, emprenden sus recorridos al amanecer o, para el caso que nos ocupa, atardecer. He aquí nuestra segunda propuesta: vaya a alguno de los establecimientos de paddle de la zona (Waa Panamá, Veri Veri y Sup Republic, por ejemplo), alquile el equipo y reme de cara al sol poniente. Los hoteles cercanos también ofrecen clases a sus huéspedes.
En Casco Viejo, el sol desciende y el amor se enciende
Si hay un estado de ánimo al que, históricamente, se ha asociado al atardecer, ese es el estar enamorado. ¿Qué diría si le proponemos echarle más sazón a la receta, enmarcando el romance crepuscular en una escena de tejados, campanarios y faroles coloniales, con una vela y dos copas de vino? Pues eso es justo lo que tendrá si se va al Casco Viejo de la capital panameña, nuestra tercera propuesta. Puede escoger muchos sitios en la zona para capturar al corazón amado, pero como la idea es tener la panorámica del atardecer, lo indicado sería alguno de los roof tops que se han puesto de moda. Casa Casco, Salvaje, StorX Sky Lounge (en Casa Antigua), Tántalo y La Azotea se cuentan entre los más populares, pero usted puede hacer su propia búsqueda.
Sugerimos que reserve a partir de las 5:30 p.m., para que el sol y el horizonte se besen en el preciso instante en que usted y su acompañante también lo hacen. Los sitios sugeridos gozan de fama por su propuesta gastronómica, sus cartas de vinos, su oferta de cocteles y sus mezclas musicales. La magia puede prolongarse aun más, tras la cena, si deciden bajar y caminar con calma por las calles adoquinadas del Casco.
Euforia en las alturas del Panamá contemporáneo
Ciudad de Panamá es, por el momento, la capital de los rascacielos en América Latina. Y aunque alguna de sus vecinas pueda robarle, por algunos años, el galardón de tener el edificio más alto de la región, ninguna cuenta con la misma densidad de estas estructuras: solo tres de los quince edificios más altos de la región no están en la ciudad centroamericana. Hay cerca de cuatrocientos edificios que superan los cien metros de altura y doce que sobrepasan los doscientos.
Y entre grandes edificios, hay dos que ofrecen la experiencia de rumbear en las alturas desde que el sol se pone hasta que se levanta. El Bits Rooftop Lounge, en el piso 62 del Hard Rock Hotel, ofrece cocteles, picadas y una panorámica de 360 grados de toda la ciudad y sus alrededores. Embúllese con el reguetón, la salsa o la música electrónica del DJ de la casa o invitado, mientras mira las luces de las torres vecinas y el movimiento vehicular abajo.
El Panaviera Restaurant, Poolbar & Ocean Sun Casino, por otro lado, tiene una experiencia un poco distinta, aunque igual de divertida. Ubicado en el piso 66 de la antigua Torre Trump, el complejo incluye todas las atracciones de un casino, pero las refresca con grupos de música y danza en vivo, DJ residentes e invitados, restaurante y un bar con una piscina infinita que parece mezclarse, en un espejismo, con el perfil urbano que la rodea. En ambos lugares verá un espectáculo particular: mientras el sol se oculta, surgirá sobre la ciudad una especie de neblina lechosa, a medida que sus luces van despertando: breve espejismo cuyo final, quizá, no verá, pues apostamos que ya estará bailando.