Suchitoto hispánico: flor y vuelo
Texto y fotos: Gladys Arosemena Bissot
La mañana es cálida. Los tibios rayos del sol tienen, en esta época del año, una gentileza que invita a realizar una caminata pausada. El camino es empedrado y cada piedra, producto de una herencia colonial teñida de mestizaje, invita a los caminantes a perderse en los rincones de un pueblo rico en historia, pero que abraza con firmeza un presente próspero.
A Suchitoto hay que conocerlo, saborearlo, caminarlo… A los pocos minutos es fácil entender por qué este pueblo salvadoreño es uno de los más turísticos del país. El estilo colonial de sus edificaciones ha sido tan bien preservado que viaja de la retina al alma como un ensueño.
A lo largo de su historia, Suchitoto sufrió varios incendios que acabaron con edificaciones de paja propias de estas tierras, que no estaban preparadas para la chispa generada por el inclemente sol tropical. Sucumbieron pero, como el ave fénix, vino un nuevo amanecer. Ese es el caso de la iglesia de Santa Lucía, monumento nacional, cuya paja fue sustituida por calicanto, platos de porcelana (dispuestos estratégicamente para que de noche reflejen la luz de la luna), arcos de medio punto y columnas jónicas.
Al frente de la iglesia, las bancas del Parque Central invitan a una pausa en el camino. Es evidente que este es un sitio de reunión para los lugareños, al abrigo de árboles que abanican la plática. Al verlos, resulta inevitable no enamorarse de un sitio donde las conversaciones cara a cara se aprecian más que el virtualismo desenfrenado de nuestra cotidianidad. La tranquilidad, respetuosamente interrumpida por artesanos que ofrecen sus trabajos a los turistas, es patrimonio de este pueblo.
Poco a poco, encuentro lugares pintorescos donde todo parece confluir en un solo espacio. Ha llegado la hora del café y Casa de la Abuela parece ser el sitio ideal para tomarse uno chorreado y degustar las tradicionales pupusas. Aquello es una auténtica delicia, pero la tienda de artesanías contigua es una tentación que no se puede hacer esperar. La tienda surgió como un proyecto de turismo sostenible para el artesano que no tenía dónde ofrecer sus productos. Gracias a la iniciativa, hoy es posible adquirir artesanías de La Palma e Ilobasco, textiles de San Sebastián y cerámicas de Guatajiagua en un solo sitio y a precios increíblemente accesibles. Todo aquí invita a detenerse: la casa colonial, los objetos estratégicamente distribuidos y las mesas del restaurante.
Retomo la caminata. Casas de adobe enmarcan las calles y, en casi todas, un símbolo llama la atención: un pájaro azul que vuela serenamente sobre las flores. El ave azul, que forma parte del escudo citadino, representa la serenidad ante los tiempos difíciles. Sin embargo, en Suchitoto todo cobra un nuevo sentido. Así, cada casa tiene un delicado pájaro que vuela ante la fragilidad de las flores, en señal de que ese es un espacio libre de violencia contra la mujer.
Algunas puertas están abiertas. En la época navideña, es común exponer objetos tradicionales. Ese es el caso de los Reyes Magos, todos con la cara negra, que son hoy apreciados artículos de colección. Las patas de los camellos, hechas con clavos, son un elemento que permite valorar la habilidad de los salvadoreños para crear artesanía a partir de objetos cotidianos.
Suchitoto ha logrado, a lo largo de los años, convertirse en un destino turístico por excelencia. Sin embargo, uno de los objetivos más importantes del pueblo ha sido utilizar el arte y la cultura para fomentar la inclusión juvenil. Un ejemplo es la Asociación de Arte para el Desarrollo, auspiciada por prestigiosas entidades canadienses como el Stratford Festival. Jóvenes de diversas edades estudian en este recinto artes escénicas y así se mantienen alejados de las pandillas.
Al hablar con estos muchachos, quienes gentilmente me ofrecen las tradicionales conchas como cena liviana, siento que ha llegado el momento de la despedida. Vuelvo sobre el camino de piedra, pero esta vez al atardecer, con una sensación de esperanza. En El Salvador, pueblo golpeado, aún existe la oportunidad de un mejor futuro. Suchitoto es un ejemplo de ello lo cual, hoy y siempre, se agradece.
Cómo llegar
Suchitoto está a escasos 47 kilómetros de San Salvador. Tome la carretera Panamericana, donde hay un puente que permite acceder a la calle que comunica San Miguel con Suchitoto. Lo más seguro es contratar un taxi, pero en bus se puede salir de la Terminal Oriente de San Salvador en la Ruta 129. Los buses salen cada quince minutos.
Dónde quedarse
La mayor parte de las personas visitan el lugar durante el día, debido a la proximidad a la ciudad de San Salvador. Sin embargo, existen opciones de hostales y hoteles que se pueden consultar en www.suchitoto-el-salvador.com.
Sitios de interés
Casa de la Abuela (café, petit hotel y tienda de artesanías). Ofrece paseos a sitios aledaños.
Tel. (503) 2335 1632.
Oficina Municipal de Turismo. Está ubicada a un costado de la Plaza Centenario.
Tel. (503) 2235 1782.
Plaza Centenario, al frente de la iglesia de Santa Lucía. Hay una feria artesanal permanente.