El reto de vivir entre mareas
Texto y fotoss: Javier Pinzón
La Tierra rota sobre su propio eje a poco más de mil seiscientos kilómetros por hora. Esto implica que su posición respecto a la Luna cambia cada seis horas y, por tanto, cambia también la fuerza de gravedad que el satélite aplica sobre nuestro planeta. Para nosotros, los humanos, este movimiento y la variación en las fuerzas gravitacionales son imperceptibles. Sin embargo, para muchos seres vivos este movimiento es crucial en su día a día. Son los habitantes de las áreas inter-mareales, plantas y animales que deben sincronizar su vida con el vaivén de las mareas.
Son las seis de la mañana y me encuentro frente a una playa típica del Pacífico panameño. A mi izquierda, un laberinto de rocas delimita la zona costera; frente a mí, una enorme playa de arena blanca semeja un desierto que llega casi hasta mi horizonte y, a mi derecha, una zona de manglares que exponen sus raíces como si alguien hubiese quitado la tierra que los sostiene. Estamos en marea baja y el nivel del mar ha bajado cinco metros. En una costa plana, como en la que me encuentro, el agua se retira un poco más de seiscientos metros de la línea de conchitas que marca el punto de la marea alta. Esta es el área inter-mareal.
El Pacífico panameño es uno de los lugares en donde este rápido giro de la Tierra y la variabilidad en la fuerza gravitacional que aplica la Luna sobre nuestros océanos se hace evidente al ojo humano. Este fenómeno nos da la oportunidad de caminar por el lecho marino, pero sin agua y poder conocer más de cerca aquellos organismos que se han adaptado a vivir en condiciones extremas y cambios frecuentes.
Durante la marea baja estos animales tienen que soportar altas temperaturas y ambientes muy salados; durante el cambio de marea están sujetos a fuertes oleajes y corrientes, y durante la marea alta están totalmente sumergidos bajo la superficie marina. Por supuesto es difícil vivir acá; pero no son pocos los intrépidos que lo logran.
Entre las rocas y en sus quiebres se forman pequeñas piscinas de marea. Debido a las altas temperaturas tropicales, estas piscinas se calientan rápidamente y buena parte de su agua se evapora a lo largo de las horas, dejando un ambiente muy salado y caliente. En estas piscinas es común encontrarse pequeñas anémonas, congregaciones de caracoles y uno que otro pececillo que busca refugio a la huida del agua. Estas rocas están cubiertas por vida: lapas, ostras, cirrípedos y una alta diversidad de moluscos se refugian en sus conchas durante la marea baja, pero al llegar el agua salen y se alimentan del plancton que llega en abundancia.
La extensa área arenosa, que luce como el lecho marino expuesto al sol, es hogar de los dólares de mar, primos hermanos de las estrellas de mar pero con una apariencia única, que semeja una moneda gigante. Estos dólares tienen pequeños piecitos y se deslizan en la arena dejando su huella para después esconderse bajo una fina capa a esperar el cambio de marea. De la arena también se asoman los gusanos poliquetos. Ellos construyen largos túneles bajo la arena y solo asoman un pedazo de su cuerpo que cubren de conchitas, para pasar inadvertidos. Caminando, al parecer sin rumbo fijo, se encuentran también los ermitaños. Estos cangrejos no tienen caparazón propio, pero reciclan los que los caracoles dejan en desuso cambiándolos constantemente a medida que crecen, cambiando también, por supuesto, el look. Durante la marea baja salen también los cangrejos uca, cuyos machos hacen pequeñas casas con techo para llamar la atención de las hembras. Estos son los autores de los largos caminos de bolitas de arena tan típicos de las playas del Pacífico panameño. Mientras tanto, y lejos de la mirada de otros seres, durante la marea baja bajo la arena se esconde una gran diversidad de otros moluscos, como las almejas, que solo salen de su escondite cuando llega el agua con su festín de plancton para la cena.
La marea baja también da la oportunidad de caminar bajo el dosel de los manglares. Estas plantas toleran una salinidad muy alta y, debido a lo complejo de sus raíces, sirven de hogar para muchos animales. Los tallos y raíces de estos árboles, al contrario de los árboles del bosque, están cubiertos por organismos marinos, en este caso hospedan moluscos como los caracoles y los cirrípedos, y sirven de lugar de descanso y protección a los cangrejos ermitaños. Este también es el lugar preferido de descanso de muchas aves, las cuales se alimentan de las almejas y gusanos poliquetos que se esconden en la arena.
Es mediodía y el paisaje ha cambiado radicalmente. El panorama rocoso que estaba a mi derecha prácticamente ha desaparecido. Quedan solo algunas rocas que semejan pequeñas islas. La infinita playa frente a mí, que casi llegaba al horizonte, está completamente sumergida y ahora el agua llega hasta la línea de conchitas bajo mis pies. Las raíces de los manglares, a mi izquierda, también están sumergidas. Apenas se asoman unas pocas copas verdes sobre el agua. Los peces han venido y con ellos las aves marinas, pelícanos y tijeretas aprovechan el manjar escondido bajo la superficie. En solo seis horas el agua ha subido cinco metros, y lo que eran seiscientos metros de playa ahora es solo agua. Todo volverá a cambiar durante las próximas seis horas y así será todos los días. Un ciclo que se repite cada doce horas pero 45 minutos más tarde que el día anterior.
Pero no solo los animales de estas áreas rigen su vida con el horario de las mareas, que cambia todos los días con relación a los cambios de las fases de la Luna. Los horarios de las comunidades costeras, ya sean pescadores, deportistas, buzos o marinos, también están muy relacionados con los horarios de la marea. En algunas playas solo se puede zarpar en marea baja, mientras que en otras playas es preferible la marea alta. Los turistas y los deportistas acuáticos también deben sincronizarse con las mareas. Hay playas donde es mejor bañarse en marea alta, y otras donde es mejor en marea baja. Los surfistas prefieren el cambio de marea y dependerá de la playa para los que practican paddle boarding. Así también hay sitios de buceo que es mejor visitar en marea baja, para que estén menos profundos, o en marea alta, para que estén menos expuestos al oleaje. En las costas del Pacífico la vida gira en torno a la marea, y el paisaje depende de la hora en que lo mires.