¿Qué es la biodiversidad y por qué es importante?
Texto y Fotos: Fundación Azul-Verde-Azul
Quizás haya escuchado recientemente el término “biodiversidad”, tan de moda entre los científicos y grupos conservacionistas. Encuentre aquí una rápida explicación de qué se entiende por biodiversidad y algunos ejemplos que evidencian por qué es tan importante en la vida de cualquier persona, por ajena a la ciencia que sea.
La biodiversidad se refiere a la gran variedad de formas de vida que existen en el planeta Tierra: genes, especies y ecosistemas; cada uno de los cuales cumple un rol y está interrelacionado con todos los demás. Por eso es fundamental en los procesos ecológicos, pues permite que el ciclo de la vida funcione como debe ser, ya sea produciendo alimentos, previniendo enfermedades o evitando inundaciones.
La biodiversidad y la seguridad alimentaria
Si hay millones de variedades de frutas, verduras, granos y nueces, ¿por qué solo comemos unas cuantas? La agricultura moderna simplifica la forma en que funcionan los ecosistemas naturales, al remplazar su diversidad por un pequeño número de especies domesticadas y seleccionadas para su explotación a gran escala. Según una investigación realizada por Miguel Altieri, en la Universidad de California, la mayoría de plantaciones del mundo incluyen apenas doce especies de granos, 23 de vegetales y unas 35 de frutas y nueces; esto significa que no más de setenta especies ocupan unos 1.440 millones de hectáreas; algo que contrasta con los cientos de especies que se encuentran en una hectárea de bosque tropical.
En Estados Unidos, por ejemplo, los cultivos a escalas industriales son solo de una especie y con pocas variedades. La Academia Nacional de Ciencias indica que del 60% al 70% de las plantaciones de frijoles solo incluye dos o tres variedades, el 72% de los sembradíos de papa apenas tiene cuatro variedades y el 53% del algodón, tres variedades. En cambio, en Latinoamérica la producción de alimentos es menos industrializada y del 70% al 90% de los cultivos se hacen con múltiples especies en sistemas agroforestales, produciendo así del 15% al 20% del alimento mundial. Los sistemas de cultivo menos industriales también incluyen una mayor diversidad genética; por ejemplo, en Perú son cultivadas comercialmente unas cincuenta especies de papa. La diversidad en los sembradíos hace que se puedan explotar diferentes tipos de suelos y micro-climas en diferentes temporadas.
Además de ofrecer una dieta más variada, esta clase de agricultura diversa también es más estable, porque los monocultivos y el uso de pocas variedades hacen que la cosecha sea más vulnerable a cualquier plaga o cambio ambiental drástico, debido a su poca variabilidad genética. Por ejemplo, al utilizar una sola especie o variedad de arroz estamos sometidos a las defensas naturales de este arroz; si surge una plaga o una enfermedad emergente a la cual ese arroz no sea resistente, colapsarán los cultivos. En cambio, si se cultivan varias especies de arroz simultáneamente y cae una plaga, hay más posibilidades de que una de las especies cultivadas o un grupo de genes dentro de esa población sea resistente a esta nueva plaga y no colapse todo el sembradío. Al descartar diversidad genética estamos eliminando la posibilidad de tener resistencia ante futuros problemas.
Pero las ventajas de la biodiversidad en la producción de alimento van mucho más allá de las especies que cosechamos. Por ejemplo, la polinización del 70% de los cultivos del mundo ‚Äïque equivale al 35% del alimento humano‚Äï está a cargo de animales que visitan flores. Las abejas son esenciales para la polinización de unas 130.000 plantas, incluyendo frutas como melones y moras y verduras como las calabazas. Un estudio de la University of Würzburg señala que aumentar del 10% al 50% el hábitat de los polinizadores salvajes alrededor de los cultivos de fruta aumentaría la producción de semillas un 150%, ya que la cosecha se beneficia si la polinización es llevada a cabo por una gran cantidad de especies salvajes y no por una o dos especies domesticadas.
La presencia de otros animales salvajes en los cultivos también está relacionada con el control de plagas. Según un estudio de la Escuela de Biociencias de Cardiff, las aves, arañas y escarabajos controlan las plagas y los herbívoros que atacan una cosecha, evitando así el uso excesivo de pesticidas, los cuales, a la postre, también matan a estos animales beneficiosos, lo cual incrementa el uso de químicos. Cuanta más variedad de comida tengan estos depredadores, más saludables estarán y cumplirán mejor su rol en el ecosistema.
Se ha demostrado que una mayor diversidad microbiana en el suelo está relacionada con suelos más productivos y con menos enfermedades. Un estudio publicado de Agronomy Journal determinó que el uso de materiales orgánicos (compost) para fertilizar el suelo incrementa la producción de maíz, soya y trigo hasta un 11%, al aumentar la cantidad de nutrientes en el suelo. Esto se debe a que aumenta el número de insectos predadores y disminuye el número de nematodos parasitoides.
En el mar las cosas no son muy diferentes. Un ejemplo que demuestra cómo unas especies dependen de otras y no se deben manejar de manera aislada es el desastre ambiental formado por la pesca intensiva de las nutrias de mar durante los siglos XVIII y XIX en el Pacífico norte. Dado que las nutrias se alimentaban de erizos de mar, cuando faltó su depredador natural la población de erizos aumentó con rapidez. A su vez, los erizos se alimentan en los bosques de kelp, una macro-alga que alimenta a muchos otros animales y es la base de la cadena alimenticia. El aumento de erizos redujo significativamente la cantidad de kelp, lo cual redujo las poblaciones de todos los demás peces que allí vivían. De ser dominadas por la beneficiosa alga, las comunidades pasaron a ser dominadas por los erizos de mar, que con su crecimiento descontrolado acabaron con la comida y el hábitat de muchas otras especies, incluyendo especies de pesca comercial.
La biodiversidad para los ecosistemas
Tener más especies no solo favorece el que todos tengamos una dieta más variada, más segura y con menos químicos. Cuando múltiples especies cumplen funciones similares pero reaccionan de forma diferente a las modificaciones humanas del ambiente, los ecosistemas desarrollan una mayor resiliencia. Ante eventuales catástrofes naturales, unas cuantas especies logran resistir los cambios y siguen efectuando sus funciones, y las que no lo lograron se recuperan para volver a equilibrarse.
Los beneficios del ecosistema circundante al ser humano se llaman “servicios ambientales”. Algunos ejemplos son el control del agua: plantas y animales asociados con el suelo se regulan el ciclo del agua, evitando inundaciones y sequías. Las más de 300.000 especies de plantas también limpian nuestro aire y sostienen nuestros suelos, previniendo erosión y derrumbes.
Otra ventaja de la biodiversidad es el control de enfermedades y la diversidad de compuestos activos en toda clase de animales, plantas y bacterias para generar vacunas. La malaria ‚Äïaún se reportan de ochenta a trecientos millones de casos en el mundo‚Äï es transmitida por un parásito (Plasmodium vivax), cuyo vector es el mosquito. Sin embargo, en algunos lugares de la selva amazónica donde hay pequeñas poblaciones humanas, muchos animales de sangre caliente y gran cantidad de especies de mosquitos, los parásitos de la malaria no llegan a afectar al ser humano, sino que son controlados de forma natural, debido a la gran biodiversidad del ecosistema.
No en vano, científicos del departamento de epidemiologia de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo (Brasil) han recomendado a la Organización Mundial de la Salud tomar en cuenta la biodiversidad en su agenda para erradicar este mal. Se desmiente así la falacia de que talando la selva se puede prevenir la malaria. ¿Por qué? Porque al haber muchas especies de mosquitos ellos compiten por recursos con el mosquito portador de la malaria; y si hay muchos animales de sangre caliente, estos actúan como huéspedes del parásito pero no transmiten la enfermedad. Un ecosistema sano, sin caza de animales ni fumigación, naturalmente, controla la dispersión de esta enfermedad.
¿Qué altera la biodiversidad?
Pese a todos los servicios ambientales que nos presta nuestro entorno natural, las poblaciones de animales que polinizan los cultivos, enriquecen hacen el suelo y mantienen un balance que previene desastres, están en declive.
Un estudio publicado en la revista Science afirma que la peor amenaza a la biodiversidad es el cambio de uso de la tierra: cuando los bosques son convertidos en sembradíos o los hábitats naturales son urbanizados. En segundo lugar, biodiversidad se ve gravemente afectada por el cambio climático, los depósitos de nitrógeno, los cambios bióticos y las elevadas concentraciones de dióxido de carbono.
¿Qué hacer para conciliar la biodiversidad y el desarrollo?
Una estrategia es identificar los puntos calientes (hot-spots):que son lugares con el mayor número de especies por metro cuadrado, puntos prioritarios de conservación de interés mundial. Un grupo de científicos liderado por Norman Myers, de la Universidad de Oxford, identificaron los 25 puntos calientes del planeta y descubrieron que el 44% de plantas vasculares y el 35% de vertebrados se encuentran en estos 25 puntos, que ocupan apenas el 1,4% de la superficie terrestre. Pero más que puntos son regiones y diez de ellas están en América: la provincia florística de California, toda Centroamérica, el Caribe, Chocó, Darién, Ecuador oeste, la cordillera de los Andes, Chile central, la selva amazónica y la selva atlántica brasilera.
Hay diferentes estrategias para maximizar los esfuerzos de protección de la biodiversidad y usarla a su favor. Lo actualmente protegido por los parques nacionales a escala mundial no es suficiente; es necesario un mayor esfuerzo. Por ejemplo, crear corredores naturales que conecten áreas protegidas y que éstas tengan áreas de amortiguamiento aumentará significativamente la funcionalidad de estas reservas de vida, por pequeñas que sean. Algo muy eficiente es organizar los parques urbanos para que estén interconectados y creen un conjunto de “islas de vida” (stepping stones) entre áreas protegidas alrededor de las ciudades. Otra forma muy sencilla es usar cercas vivas en los cultivos, creando así corredores que sirven de hábitat para predadores naturales de plagas y para los polinizadores naturales.
Al conservar especies que aún no conocemos estaremos conservando futuros descubrimientos que podrían ayudar a la población humana en algún momento. La bioprospección es la búsqueda de organismos y sustancias con posible uso beneficioso para el ser humano; un campo de investigación muy activo en el mundo entero. En Panamá, el Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología (INDICASAT) aisló unos 5.000 hongos asociados a esponjas del Pacífico y del Caribe panameño y está evaluando su potencial uso en productos farmacéuticos. Algunas de las investigaciones ya han dado resultados: el equipo del investigador Marcelino Gutiérrez ha encontrado compuestos activos resistentes a la malaria provenientes de bacterias asociadas a octocorales del Pacifico panameño; especies que hasta ahora están siendo descritas, pues no tenían nombre ni sabíamos que existían y hoy son posibles candidatas para la cura de este mal.
Aunque varios estudios económicos han puesto valor a los servicios que la biodiversidad presta al ser humano, la realidad es que son tantos y tan complejos que sin ellos muchos procesos no podrían ser remplazados, lo que hace que la biodiversidad sea invaluable. Más individuos, más diversidad genética, más recombinación, menos oportunidad de enfermedades, menos peligro de extinción.